- Clasificación Así marcha la temporada regular en la Liga Endesa
Yves Pons puede volar. Sí, el ala-pívot del Bàsquet Girona, lo ha demostrado en las dos primeras jornadas de la Liga Endesa. Sobre todo en el triunfo de este jueves ante el Dreamland Gran Canaria que hizo que su equipo durmiera en lo más alto de la clasificación. En un solo encuentro, el jugador de 24 años y 2,00 metros dejó algunas acciones dignas de formar parte del Top 10 de la temporada: tres mates asombrosos y un taponazo a dos manos. En cualquiera de ellas, incluida una en la que casi salta a un compañero, estuvo muy por encima del aro.
El salto vertical de Pons, según le midieron en el Draft Combine de 2021, es de 1,07 metros. Muy cerca, por ejemplo, del que tiene Ja Morant, uno de los jugadores más espectaculares de la NBA, que llega a 1,10. Los muelles del jugador del Girona tienen una explicación: su madre adoptiva, Babeth, era bailarina. Enseñaba a profesionales y el pequeño Yves comenzó a bailar. De los seis a los 11 años incluso actuaba. Ese trabajo le dio una flexibilidad y una capacidad de salto fuera de lo normal.
Babeth y su esposo, Jean-Claude, adoptaron a Yves cuando tenía cuatro años y medio. El niño había nacido en Puerto Príncipe, capital de Haití, uno de los países más pobres del mundo. Se crió en Cité Soleil, una zona especialmente deprimida, pobreza dentro de la pobreza. A los tres años, su madre biológica, tuvo que entregarle a un orfanato. No podía mantenerle y además estaba enferma. Año y medio después, una pareja sa cambió a mucho mejor la vida del pequeño.
Baile, saxofón, fotografía, judo...
En Francia, Pons creció en un ambiente artístico por su madre, pero también por su abuelo, músico y director de orquesta, que le enseño a tocar el saxofón. Además de bailar, el chico se aficionó a la fotografía, pasión que aún conserva, y practicaba deportes. Iba para estrella del judo y su entrenador, quizás exagerando, le comparaba con Teddy Riner, 12 veces campeón del Mundo y con tres oros olímpicos en su palmarés.
Pero Yves se quitó el kimono a los 11 años. Dada su altura, le habían insistido hace tiempo para que probara con el baloncesto. Probó en un club cercano a su casa y le gustó. Con 13 años, sus dotes para el deporte de la canasta le llevaron al INSEP, un centro de alto rendimiento donde también se formaron Tony Parker, Boris Diaw y otras estrellas galas. Allí estuvo hasta que en 2017 volvió a cruzar el Atlántico, esta vez para enrolarse en la Universidad de Tennessee.
Allí dejó muestras de su gran capacidad física, pero no le bastó para ser seleccionado en el draft de 2021. Ese año jugó la Liga de Verano con los Grizzlies, que le firmaron un contrato two-way como el que ahora disfrutará Usman Garuba en los Warriors y con el que jugó en la NBA y la G-League. Participó en 12 encuentros con la franquicia de Memphis con medias de 5,9 minutos y 1,1 puntos. En 2022 volvió a una Summer League, esta vez con los Nets, aunque no pudo hacerse hueco. Firmó con el ASVEL, disputando la Euroliga la temporada pasada: 30 partidos con 3,7 puntos y 1,8 rebotes de promedio.
Pons salió del conjunto francés en julio de este año y a los pocos días se anunciaba su incorporación al Bàsquet Girona, que se hacía con uno de los jugadores más espectaculares de Europa. En las dos primeras jornadas tiene medias de 12,0 puntos (41,7% en tiros de dos y 50% en triples), 6,5 rebotes y 12,5 de valoración. Pero lo verdaderamente asombroso son sus vuelos, esos que potenció bailando con su madre. Acciones de Top 10 en cada partido. Y lo mejor es que la temporada acaba de empezar. Toca disfrutar de él.
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