La NBA tiene un nuevo icono. Es Jaylen Brown.El jugador exterior de los Celtics ha liderado las protestas de los jugadores de la Liga después del asesinato de George Floyd, un ciudadano afromericano de 46 años a manos de un policía de Minneápolis. El jugador llegó incluso a viajar por carretera durante 15 horas desde Boston a Atlanta para recorrer 1,700 kilómetros y ponerse al frente de las manifestaciones en su Georgia natal. Ni LeBron James, que suele alzar la voz más que nadie ante las injusticias sociales, ha hecho tanto ruido.
Brown no responde al prototipo de jugador de la NBA. Tiene 23 años y multitud de inquietudes. Antes del draft de 2016, en el que los Celtics le eligieron en tercer lugar, corría un comentario: "Es demasiado inteligente". Como si eso fuera malo. En la Liga se estilan más los jugadores que no se lo preguntan absolutamente todo y buscan respuestas constantemente, como hace él. Con entrenadores de la vieja escuela lo estaría pasando mal. Por suerte, le dirige Brad Stevens, un técnico de 46 años que también se sale del perfil.
Los actos de Brown nunca han desmentido que se trata de alguien especial. Cuando tuvo que escoger se decantó por la Universidad de California, pese a que su proyecto de baloncesto era peor que los de Kansas, Carolina del Norte, UCLA y Kentucky, cuatro grandes potencias que le pretendían. En Berkeley, donde sólo estuvo un año antes de aterrizar en la NBA sin necesidad de tener representante, hacía un posgrado en estudios culturales en el deporte.
El jugador de los Celtics, hijo de Quenton M. Brown, un boxeador de 2,13 metros que no hizo gran carrera, demuestra de muchas maneras que es alguien distinto. Aprendió castellano y espera dominar tres idiomas más antes de los 25 años, le apasionan la historia y la filosofía, la prestigiosa Universidad de Harvard le ha invitado en varias ocasiones a dar charlas a sus estudiantes, le encanta jugar al ajedrez, toca el piano y un poco la guitarra, practica meditación, tiene un canal de Youtube donde cuenta su vida durante la temporada y enseña sus entrenamientos, es vegetariano y le gusta el fútbol, especialmente el Barcelona y el Arsenal. Es fanático de Leo Messi.
Ya ha dejado muestras de su calidad en sus cuatro años de carrera en la NBA, a lo largo de la que ha recibido grandes consejos de Isiah Thomas, uno de sus referentes. Esta temporada, hasta el parón por el COVID-19 había disputado 50 encuentros con promedios de 20,4 puntos (38,1% en triples), 6,4 rebotes y 2,2 asistencias. Se quedó cerca de su primera presencia en el All Star. Su influencia es evidente en los Celtics, pero va más allá de su equipo. Con sólo 23 años es uno de los vicepresidentes del sindicato de jugadores (NBPA) y el más joven que jamás haya formado parte de su estructura. Al llegar a la Liga ya dijo que una de sus ambiciones era presidirlo.
Ahora es un icono de la mejor competición de baloncesto del mundo, en la que un 75% de los jugadores son afroamericanos. "Ser una celebridad, ser un jugador de la NBA, no me excluye de ninguna conversación. Primero y ante todo soy un hombre negro y soy miembro de esta comunidad. Estamos creando conciencia sobre algunas de las injusticias que hemos estado viendo. Nuestras voces tienen que ser escuchadas. Tengo 23 años. No sé todas las respuestas, pero siento cómo se sienten los demás", dijo. Palabras de un jugador diferente. Palabras de un líder.
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