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Skjelmose da la sorpresa en la Amstel: vence a Pogacar y Evenepoel en el sprint final

El esloveno se fue a 45 km pero esta vez fue cazado a falta de 8 por el ímpetu de Remco

El esloveno se fue a 45 km pero esta vez fue cazado a falta de 8 por el ímpetu de Remco.
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El aroma a cebada y a tierra mojada flotaba en el aire cuando el pelotón, aún compacto y expectante, empezó a serpentear las carreteras de Limburgo en plena Amstel Gold Race. Desde Maastricht hasta Berg en Terblijt, el recorrido olía a historia y a cerveza. El duelo entre Pogacar y Remco prometía grandes emociones. Pero hubo un invitado sorpresa: Skjelmose.

Así fue la 'foto finish'.
Así fue la 'foto finish'.

Un grupo de valientes fugados por delante, los nombres habituales echando cuentas desde atrás y una cita con la leyenda aguardando al final del camino.

En los primeros compases, los ocho aventureros de la jornada —Cavagna, Hessmann, Stannard, Verstrynge, Beullens, Drizners, De Vries y Johannink— se turnaban al frente como si sus relevos pudieran desafiar al destino. El pelotón les dejó soñar, pero no demasiado. Porque en algún punto del mapa, el UAE empezaba a trazar el guion de otro día de épica.

Pogacar tuvo un susto al inicio, cuando una rotura inesperada del grupo le hizo perder la rueda buena. Fue un instante, pero lo suficiente para recordar a todos que el ciclismo no siempre espera. Su equipo lo recondujo con oficio y Tadej volvió al frente. Allí comenzó a oler el horizonte con la calma de quien ha estado antes en este escenario. Caían los muros —Eyserbosweg, Keutenberg...— y el EF empujaba para endurecer. La carrera era un hervidero.

Alaphilippe agita el tablero

A 47 kilómetros de meta, Julian Alaphilippe se animó a golpear primero. Pogacar respondió con aparente facilidad. El francés, en cambio, pronto se desfondó. Fue entonces cuando, sin grandes aspavientos, Pogacar se levantó del sillín y abrió gas. Quedaban 42 km y el genio esloveno se marchaba solo. Sin mirar atrás. Sin gestos grandilocuentes. Solo pedaladas y silencio.

Durante muchos minutos, la historia parecía la de siempre: otro solo de Tadej. Pero algo no encajaba. El hueco no crecía. Y detrás, dos hombres tejían una persecución silenciosa pero demoledora: Evenepoel y Skjelmose. El belga del Soudal y el danés del Lidl-Trek compartían relevos con una fe ciega en la caza. No se hablaban mucho, pero sabían que estaban haciendo historia.

Caza y sentencia

A 8 kilómetros de la meta, cuando el paisaje ya huele a meta y las piernas a ceniza, se produjo la caza. Pogacar, por primera vez en una clásica de un día, parecía vulnerable al ser recortado tras una distancia importante. Había hecho su parte, pero el esfuerzo pesaba. Cuando los dos perseguidores lo alcanzaron, no hubo respiro. Ni acuerdo tácito, ni pacto de no agresión. Los tres se miraron, se tantearon... y se jugaron la gloria en las rampas finales hacia Berg en Terblijt, el pueblo que acoge al Cauberg.

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El último kilómetro fue de infarto. Pogacar y Remco se miraban. Pero fue Skjelmose quien se coronó en el momento decisivo. El del Lidl-Trek levantó los brazos con rabia contenida. Había cazado al mito y batido a todos. En la Amstel de las emociones fuertes, ganó el que supo sufrir y esperar. Cerveza y sorpresa.

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