Para esto vino Julián Alvarez: para decidir con sus picotazos mientras Griezmann le cede el trono

El Atlético, tras un nuevo éxito con las rotaciones de Simeone, volvió a dejar claro que este curso acaba los partidos mejor que nadie.

Evitó un gol a Aspas un poco antes del descanso con una parada propia del mejor Oblak de toda su época en el Atlético, cuando probablemente era el mejor portero del mundo. Su mano abajo, para sacar el balón de la cepa del poste ya habita en su colección de milagros. También tiró de reflejos y a contrapié, para salvar un cabezazo a bocajarro de Borja Iglesias.

No concedió ni una sola internada a su par, mostrándose muy serio atrás. Sólo le faltó prodigarse más en ataque, pues en las pocas veces que se animó dio sensación de que podía pasar algo.

En su línea habitual, rocoso y sin una sola fisura. No permitió ni un avance vigués por su flanco. Ha encajado como un guante en el manual de Simeone, demostrando con creces que era lo que necesitaba su defensa.

Impecable también como líder de la zaga. La dosificación de sus minutos permite volver a disfrutar del Giménez de los mejores días.

Infranqueable en los duelos. Desbarató una galopada de Aspas hacia el marco de Oblak gracias a una corrección que puso de manifiesto su velocidad y agresividad en la marca.

Suplió su falta de costumbre para defender con su innegociable derroche. Tampoco tuvo muchas oportunidades para percutir en ataque.

Aportó fuelle tanto de interior en el 5-3-2 como de doble pivote en el 5-4-1. Le faltó llegar más y pisar el área rival.

Tras descansar en el entrenamiento previo al partido, volvió a demostrar que su cuentakilómetros nunca se para. Eso sí, tras 53 minutos llevando el timón, El Cholo le di aire de cara al derbi.

Cholista total, pocos jugadores se ajustan mejor a esa mentalidad competitiva y combativa. Va a la guerra en cada disputa, tira del equipo con su empuje y no desentona para nada con el balón.

Cada balón que tocó sirvió ara mejorar las jugadas y erigirse en una amenaza para el Celta... hasta que se inventó la genialidad definitiva para asistir a Julián Alvarez sobre la bocina.

No rehuyó la pelea en su intento de bajar balones para sus compañeros, pero apenas logró imponerse, mostrándose además muy impreciso y desacertado con el balón en los pies.

Para esto vino Julián: para decidir partidos mientras forma una sociedad letal con Griezmann antes de que se produzca el traspaso de poderes definitivo como bandera del Atlético. Pero la Araña, antes de su picotazo no exento de clase y de fe, también demostró lo que es: enfundado el mono de trabajo, corrió como el que más en la banda o donde se preciara.

Situado en el costado derecho de la línea de cuatro, no cesó de dibujar pases verticales en busca del gol. Tampoco ahorró ninguna carrera en defensa.

Agitó la banda izquierda y merodeó con el gol, obligando a Guaita a realizar una gran parada. Fue un gran socio en el arreón final del Atlético.

Jugó en la zona Correa, esos minutos finales en los que el Atlético acabó decantando los partidos.

Volvió a mover todas sus piezas de manera magistral, sin precipitarse, manteniendo la fe hasta el final y haciendo una gran gestión de los esfuerzos para dejar claro que los partidos se compiten del primer minuto al último.