Cuando el partido se le pone de cara, el Barça te arrolla. Sucedió en el encuentro frente al Betis y lo mismo con el Amberes. Es normal con todos los equipos grandes, cuando juegan bien poco puede hacer el rival. El problema es cuando lo hacen mal. Y ayer el Barça estuvo fatal. Fue un quiero y no puedo durante 80 minutos.
No encontraban el camino hacia la portería rival ante una excelente defensa planteada por los de Benítez que, además, te destrozaban a la contra. El Celta se puso por delante con dos goles que pudieron ser más. Porque si no llega a ser por Ter Stegen... No es de extrañar que le dieran el MVP del partido. El alemán salvó a su equipo en tres claras ocasiones del Celta que pudo tener un resultado de escándalo a su favor.
Pero este Barça sacó fuerzas de vaya usted a saber dónde. Tuvo la gran virtud de no perder nunca la fe. A pesar de todos los inconvenientes, el equipo siguió una y otra vez. Aprovechando el cansancio de los gallegos, apareció la calidad de sus jugadores. Y una fuerza de un equipo que quiere ser campeón.
Ahí emergió Lewandowski para demostrar que es el Pichichi de la competición por algo. Dos goles cuando el partido estaba perdido. Y luego Cancelo, el recién llegado que parece más culé que el escudo. Es una victoria para analizar. Por lo mal que se hizo primero y por la fe demostrada después.