Cuando Xavi Hernández se sienta para analizar ante los medios de comunicación, que tanto le han mimado como jugador y respetado como técnico, dice lo que piensa pero no piensa lo que dice. El excusometro es largo y ancho. El brillante sol de mediodía de Getafe abrasaba a sus jugadores y la resplandeciente luna de Mallorca cegaba a los futbolistas. El césped del Coliseum excedía en unos milíme
tros el juego rápido de su equipo y las dimensiones de La Cerámica impedían un desarrollo normal de su fútbol.
El horario demasiado pronto o muy tarde perjudicaba la concentración de sus hombres que ahora, según él, no rinden por el acoso de la prensa. No sé que pensara su asesor de comunicación cuando escuche decir a su jefe lo que piensa de los colegas. Porque si fuera verdad, podía tener coartada pero el manto de protección sobre el
xavismo
que ha tenido en comparación a
Koeman
,
Setién
o
Valverde
es incuestionable.
Un entrenador que después de dos años podía sacar pecho por la merecida liga ganada la temporada pasada o esconderse por descender dos años consecutivos a la Europa League, y ahí no pasar de cuartos. El crack del Barça es
Laporta
, que con un prodigioso sistema de palancas le ha hecho un plantillón, y con sus mensajes originales desvía los focos oscuros del Barça, con luz en un optimismo fuera de duda. Laporta es feliz en las malas y Xavi no disfruta ni en las buenas. No le vendría mal al entrenador recibir un par de lecciones del presidente: "Cómo vender ilusión ante la prensa". Esos periodistas a los que el entrenador culpa de mal momento de juego (que no de resultados) de su grupo.
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