El brazalete del Atlético merece respeto. Y Saúl se lo perdió por unos momentos. Ya estaba despachando un partido pésimo ante un Tercera, pero es que lo coronó con una patada sin balón que no podía ser otra cosa que roja teniendo en cuenta que el del silbato le había pillado, pero que se despachó con una amarilla lamentable desde el punto de vista arbitral: mejor no verlo que verlo y hacerse el longuis. Habrá quien susurre al 8 qué pintabas tú ahí, en un partido sin enjundia, sobre césped artificial para colmo, susurradores sobran, pero lo cierto es que si no estaba para éste menos estará para otros. Siempre ha sido Ñíguez un futbolista con numerosas virtudes pero que no mejoraba a sus compañeros, la cuestión ahora pasa por que se mejore a sí mismo.
Aquello sucedió en la primera parte, así que el Atlético aún se hubiera llevado un sofoco, al menos físico, disputando en inferioridad buena parte del choque. Antes ya había marcado Lemar y poco después marcó el canterano Ricard, así que para el descanso el litigio se había resuelto tal y como apuntaba la teoría. Otra cosa es que la práctica dejara en evidencia a más de uno, aunque no fuera ése el caso de los goleadores: el primero porque subido quien sabe si definitivamente a la ola ya no entiende de rivales, el segundo porque andaba de estreno y nada mejor que un zurdazo a la escuadra como regalo propio. Conste en acta que Ángel, meta del Cardassar, había sacado más de una antes de esas dianas.
De Grbic no se puede decir lo mismo, porque casi nadie osó turbar la paz de su primer partido oficial con la rojiblanca. Pruebe a pronunciar su apellido y el de Vrsaljko seguidos, por cierto. Simeone nos ahorró el mal trago aplazando la aparición del lateral y tirando ahí del mencionado Ricard, pero ésa fue la excepción para un once configurado con jugadores del primer equipo más allá de que ocho habituales se hubieran quedado en tierra y en el que ni por ésas se hizo sitio Saponjic. El muchacho, eso sí, contará un día a sus nietos que militó en el Atlético varias temporadas. Y a ver quién es el guapo que se lo discute. En el segundo acto tuvo minutos...
Con Herrera lesionado y con Saúl ensimismado, el peso de Kondogbia y Torreira habrá de notarse a corto y medio plazo. En ese sentido la presencia de ambos tenía mucho de 'casting', porque mientras haya Koke se antoja que apenas uno encontrará vuelo en las alineaciones. Centroafricano y uruguayo saldaron con tablas el envite, porque el segundo compensó con asistencia de última hora la victoria a los puntos del primero. La tropa local llegaba al partido tras la faena diaria, así que su rendimiento puede darse por notable. El Atlético tuvo que descerrajar desde lejos el baúl al que, topando con el orden balear, casi no había modo de acercarse. En el otro lado Miguel tuvo algo parecido a una ocasión, aunque no llegó a pegarla.
El segundo acto fue más de lo mismo. El Cardassar hizo cambios, cuanta más gente viviera la fiesta mejor, pero el Atlético apuró los suyos. Para Simeone ya se sabe que sólo hay ventaja suficiente cuando ésta es de tres goles, tanto da el rival, así que para cuando por fin se hicieron los primeros en el banquillo local ya se habían registrado hasta cuatro movimientos. Durante un buen tramo no hubo oportunidades ni nada que se le pareciera, pero la irrupción de Camello estuvo a punto de traer consigo el tercero. Volvió a evitarlo Ángel, bien por él. Luego no pudo con Vrsaljko, que se dio un gustazo en el retorno. Aplaudiría incluso Trippier, chico para todo en lo que se recuperaba su compañero. Y se acabó lo que se daba: la Copa como compromiso.