El día arrancó con la continuación de la noticia del día anterior, que hacía referencia a la decidida dimisión de Luis Rubiales como presidente de la Federación, movimiento filtrado desde su círculo más cercano en la tarde del jueves.
El primer acto previsto para esta trascendental jornada era la cita del máximo mandatario federativo con los que han sido sus fieles durante estos años en el sillón presidencial de la Ciudad del Fútbol, es decir, los presidentes de las territoriales. Todos ellos creían que estaban asistiendo a la última reunión de Rubiales como presidente, aunque realmente a ninguno les había confirmado su adiós.
Rubiales llegó a la sede federativa pocos minutos después de las diez de la mañana. Los federativos lo hicieron poco a poco, en forma de goteo y todos en silencio. Nadie quería decir nada. Desde el primer momento la reunión fue tensa y por momentos rozando situaciones que sorprendían a los federativos.
El presidente fue preguntando uno a uno si le apoyaban o no. Quería saber si estaban a su lado. Apenas dos de esta guardia pretoriana le mostraron su apoyo. Navarra, País Vasco y Canarias fueron las territoriales más radicales en la negativa a Rubiales, dentro de un clima tenso al máximo.
Al no encontrar una respuesta mayoritaria a favor, el presidente de la RFEF decidió tirar por la calle del medio y cesar del cargo de vicepresidentes a todos ellos menos a Pedro Rocha, presidente de la Extremeña. Dejaban así de formar parte del núcleo duro, de forma fulminante, Bestard, Suárez, Del Amo, Soteras, Martínez, Gomar, Andrés y Lozano.
Los asistentes (convencidos de que el paso inmediatamente posterior iba a ser su dimisión) entendieron que de esta forma Rocha pasaría a presidir la comisión gestora. Algo que enseguida trascendió a la Prensa. Tras esta extraña toma de o con Rubiales, y sin conocer con exactitud lo que iba a decir y hacer el presidente en la Asamblea, pero convencidos de que iban a asistir en directo a su renuncia, todos se dirigieron a la misma.
La sorpresa que causó su rotundo "no voy a dimitir" fue mayúscula. Muchos se preguntaban si esta postura la tomó Rubiales tras el cónclave matinal, en apenas unos minutos camino del salón de actos, o bien se trataba de una estrategia calculada (con filtración de dimisión incluida) para generar más efecto sorpresa. Se añade la lectura (perversa) que hacían algunos: que Rubiales, ante una presumible inhabilitación temporal consiga así colocar a Rocha, su directivo más fiel, al mando para retomar su puesto sin problema cuando cumpliese la sanción.
El discurso victimista y por momentos surrealista del presidente fue recibido con agitación y evidente desconcierto, pero acabó celebrándose con inauditos aplausos por parte del auditorio, que sobrepasaba mínimamente el quórum de 50 por ciento necesario para que la cita pudiera llevarse a cabo.
Los presidentes de territoriales abandonaron Las Rozas leyendo las inmediatas y airadas reacciones de todo el mundo ante lo acontecido y con la duda de si esas destituciones de vicepresidentes es efectiva (uno de ellos, Rafa del Amo, con seguridad, por que ha dimitido) y sin saber muy bien qué ocurrirá ahora, con toda la artillería del Estado (denuncia de la Fiscalía ante la Audiencia Nacional incluida: palabras mayores) apuntando sobre un Rubiales que para sorpresa de todos decidió esta mañana llevar a cabo una esperpéntica huida hacia adelante.