El Serbia-Suiza de hoy (20.00h) va a tener un trasfondo mucho más allá de lo que dictamine un resultado final que será decisivo para ambas selecciones de cara a su clasificación para octavos de final: los helvéticos estarán en octavos si ganan a los serbios o si empatan y Camerún no gana a Brasil; mientra que los balcánicos accederán a las eliminatorias si ganan a los centroeuropeos y Camerún no hace lo propio con Brasil. Ambas opciones son bastante plausibles.
Sin embargo, más allá de la enemistad propia del deporte y de estar jugándose el pase a unos octavos de final del Mundial, Serbia y Suiza van a disputar hoy otro de esos choques con trascendencia política que, además, ha visto crecer su identidad durante la disputa del torneo qatarí.
La selección de Serbia colgó en su vestuario de preparación del duelo en el que cayeron frente a Brasil en la primera jornada una bandera con el territorio de Kosovo bajo la enseña de Serbia y el lema "Sin rendición" estampado, haciendo alusión al gran conflicto existente en los Balcanes tras la independencia unilateral de Kosovo sobre Serbia en 2008 y que jamás reconoció Serbia.
Como consecuencia, el ministro kosovar de Deporte Hajrulla Çeku, puso un tuit exigiendo una investigación a la FIFA.
Con un ojo puesto en Shaqiri y Xhaka
Este incidente, investigado y amonestado por la FIFA, no iría a mayores de no ser porque hoy, en la selección de Suiza, participan dos futbolistas de ascendencia kosovar: Shaqiri y Xhaka.
Ambos tuvieron que emigrar a Suiza por la Guerra de los Balcanes y fueron protagonistas de un duelo contra Serbia en el Mundial de Rusia 2018, donde los dos jugadores anotaron en la victoria 2-1 sobre los serbios y lo celebraron haciendo el gesto del águila bicéfala con sus manos, símbolo del nacionalismo albanés y kosovar y, por tanto, contrario a las ideas serbias de unificación.
De hecho, Granit Xhaka tiene un hermano también futbolista, Taulant Xhaka, que representa a Albania en las competiciones internacionales.
Está por ver si hoy las 'águilas' suizas vuelven a alzar el vuelo ante una Serbia llamada a grandes cosas, pero que de momento ha decepcionado.