Hay momentos, imágenes, secuencias, minutos e incluso segundos que por muy efímeros que sean se pueden convertir en eternos y emocionar tanto como un largometraje aunque estén repletos de silencio.
O que ese silencio dé paso a una euforia eterna indescriptible. Así vivieron las calles de Buenos Aires los segundos previos al lanzamiento de Montiel que le terminó dando al combinado albiceleste el tercer Mundial de su historia.
Un silencio atronador que transmite tanto y dice tanto que la euforia posterior. Un primer grito de alegría que termina contagiando de forma unánime a toda una ciudad, a todo un país, a toda una nación. Segundos que parecen formar parte de una película y que contagian y emocionan como si estuvieras allí.