"¡Oh, es Ronaldo! ¡Qué ilusión! Por favor, ¿podría pegarme una patada en la cabeza? Cuando lo cuente en la oficina..."
La genial viñeta de Forges ubicaba en una barra de bar al futbolista y al parroquiano que lo interpelaba en una actitud rayana en la genuflexión. Se publicó hace bastantes años, pero a unos cuantos nos ha venido a la cabeza con todo esto de Mbappé...
Porque, aunque se nos moleste un sector del madridismo (siempre se nos molesta alguien), hemos de reconocer nuestra estupefacción ante todo lo que ha rodeado la eliminatoria en cuestión, como si el bueno de Kylian ya jugara en el equipo en el que todavía no juega, con parte del personal dispuesta incluso a festejar, por haberla metido él, la diana que podría (subrayemos mil veces el condicional) dejar a su escuadra fuera de la Champions.
Así que ha llegado el día. ¿El día de qué? Ni idea, pero ha llegado el día. Si juega (y si no juega también) se escrutará cada gesto en busca de una señal.
Todo irá bien mientras nadie le pida una patada en la cabeza.