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Se alimenta a base de cántaras de leche entera e hígados crudos, un tributo a la dieta tradicional noruega que se aleja del aburrido menú tipo del futbolista de élite. Porque Erling Braut Haaland es un futbolista distinto, un ariete que parece diseñado por la Inteligencia Artificial en base a virtudes que, por separado, hicieron grandes a otros 9. La potencia de Hrubesch, la picardía de Torpedo
Müller, el primer toque de Hugo Sánchez, la ambición de Cristiano, la finura de Messi o el arrojo de Van Basten.
Si su paisano
Solskjaer
fue 'el asesino con cara de niño', el rostro de
Haaland
no engaña. Es el de un killer casi robotizado, una especie de androide del gol, un futbolista diseñado para ejecutar, como Clint Eastwood en 'Sin perdón'. Tiene cara de malo porque lo es, un psicópata ante las defensas y los porteros rivales, a las que no basta con contener el primer arreón de su potencia descomunal. Haaland, además, domina casi todos los registros del gol, y el tiempo es su mejor aliado para incorporar los que restan. Si es que queda alguno.
Si a
Guardiola
le gusta poblar el césped de centrocampistas, ha sido la llegada de Haaland al City la que ha permitido a los ingleses el 'upgrade' necesario para ganar por fin la Copa de Europa. Pep, siempre ladino, supo gestionar de la forma adecuada el primer año de
Haaland
en el Etihad, que fraguó en un triplete histórico para los antaño "vecinos ruidosos" pero apenas molestos del United. Esta temporada, con Haaland como percutor, el rugido 'cityzen' ha sido simplemente atronador.
52 goles en 53 partidos con el City, 86 en 89 con el Dortmund. 22 años. El futuro le pertenece, aunque seguramente el indescifrable Mbappé no sea de la misma opinión. Con el francés comparte Haaland un futuro contractual enrevesado y enigmático, que también refleja la nueva realidad del fútbol, la de los contratos cortos, las primas de fichaje o de fidelidad, los bonus surrealistas, los traspasos de récord y los sueldos cada vez más árabes y menos europeos.
Mientras su agencia de representación planifica cuidadosamente su futuro, Haaland sigue bebiendo leche y devorando vísceras, a la espera de seguir hincándole el diente a la historia.
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