
A estas alturas, sin depender de sí mismo y con el Real Madrid ganando durante buena parte de su partido, poco importaba realmente si el Barcelona ganaba o no a Osasuna. La Liga ya estaba perdida desde hacía algún tiempo. Y el hecho de que no hubiera público en la grada hizo también que los azulgranas no se vieran más exigidos de la cuenta. Los pitos y las pañoladas de otras ocasiones las ha impedido esta pandemia. Y eso que agradecen los de Setién.

Poco podían sacar de positivo los de Setién. Ganar tampoco les iba a suponer una gran alegría. Pero el reverso de esa idea era seguir dando una imagen impropia de un equipo que ha dominado con mano de hierro la Liga en la última década. Es lo que acabó pasando. Osasuna, con uno menos durante el cuarto de hora, se llevó la victoria del Camp Nou.
Ya desde los primeros minutos se vio que el partido era un fiel reflejo de la temporada del Barça. Y de la de Osasuna también, por cierto. Incluso, diría, desde el mismo momento de saber las alineaciones. Con Suárez, Busquets o Jordi Alba viendo el partido desde el banquillo, el mensaje parecía claro. En el horizonte está la Champions y no es cuestión de andar perdiendo soldados para esa batalla. Soldados de los que, por cierto, el equipo azulgrana no es que ande muy sobrado.
No es cuestión de echar a estar alturas el peso de la reponsabilidad sobre chavales como Ansu Fati o recién llegados como Junior o Braithwaite. Ni mucho menos pueden ser ellos los culpables de lo que ha hecho el Barça en esta Liga, pero sí se evidencia que el salto de calidad respecto a Suárez, Alba o Griezmann es importante.
De eso se aprovechó Osasuna, que pese a tener los deberes ya hechos se aplicó como si aún le fuese la vida en ello. Arrasate optó por los tres centrales, colapsando el interior -ayudó también que Messi y Ansu Fati jugasen a pie cambiado- y dando libertad a un Estupiñán que encontró una autopista por su banda. En una de esas llegadas, a máxima velocidad hasta la línea de fondo, sirvió el balón atrás y José Arnáiz, rodeado de rivales con poca intensidad, batió a Ter Stegen con un potente disparo raso.
El Barça no encontraba la respuesta al planteamiento de su rival, que le concedía la iniciativa, pero le cerraba todos los espacios. Sólo cuando la tocaba Messi parecía que se podía romepr ese guión, pero en la mayoría de las ocasiones se encontraba demasiado acostado en la banda derecha. Lejos de la zona de peligro.
Riqui Puig era el otro jugador azulgrana que trataba de hacer cosas distintas y de desequilibrar, pero en su caso se encontraba rodeado de demasiados rivales que apenas le dejaban margen de maniobra. El bostezo de Arthur en el banquillo, algo pasada la media hora de partido, era todo un síntoma de lo que podían sentir los aficionados azulgranas. Los rojillos seguro que estaban bastante más contentos.
En el recuento de ocasiones azulgranas apenas quedan las faltas que tuvo Messi -una de ellas se estrelló con el larguero- y alguna conducción del argentino, que en el final de la primera parte tuvo intención de echarse al equipo a las espaldas. Una vez más. En el inicio de la segunda parte, los de Setién sí que al menos metieron una marcha más. Osasuna mantenía el orden y la misma idea, pero el Barça tocaba con más velocidad, lo que generaba más huecos. De nuevo era Messi, muy solo, el que tiraba de los suyos.
Al argentino no se le pueden dar facilidades y Osasuna lo acabó haciendo. El único pero que se podía poner a los de Arrasate era que estaban concediendo demasiadas faltas. Si ya en la primera parte se había topado con el larguero, en la segunda ajustó el punto de mira y sí que batió a Herrera.
Setién tiró en la recta final de la primera unidad. Salieron Suárez, Vidal, Alba y hasta De Jong, pero de poco sirvió. El broche de la temporada del Barça sólo podía ser una derrota. Y la firmó Torres culminando una contra. Osasuna remataba al Barça y lo hacia con 10. En un partido de 10 para ellos..