Quique ha necesitado poco más de 24 horas para rescatar al Sevilla. Es evidente que le queda un gran trabajo por delante, pero conseguir una victoria casi tres meses después (26 de septiembre) para los nervionenses no es cualquier cosa. Vida. Pura vida. Todo lo contrario de un Granada que se hunde un poco más en la clasificación.
No fue rival para un Sevilla que llegaba igual o más tocado que los granadinistas. Sin embargo, esto del fútbol es una ciencia inexacta muchas veces. Ocurren cosas inexplicables. O no tanto. Porque Quique le puso lógica a su once, al modo de sacar la pelota, a la idea de hacer ancho el campo mediante sus centrocampistas, para encontrarse con la finura de cara a portería que no dejaba de penalizar a los suyos. Se dirá que Quique no ha hecho nada. Que no le ha dado tiempo. Pocos han hecho más que él en los últimos cinco meses.
Cuando los partidos son de seis puntos, el factor campo tampoco es tan relevante. Si el rival te va arrinconando, tu propia grada se imacienta y hace que al equipo le tiemblen un poco las piernas. Eso le ocurrió al Granada en el primer periodo. Su entrenador pide que siempre se saque el balón jugado y los sevillistas supieron cómo y dónde presionar. Nada de ir a lo loco. Justo lo que hasta hace una semana le castigaban sus adversarios. Cómo ha cambiado la película. Porque Quique echó un par de broncas a los suyos por arriesgar la pelota jugando con el portero estando el Granada presionando alto. Su cara lo decía todo. Colocó defensa de cinco, dando libertad de inventiva a la línea de tres por delante, con Soumaré libre de correr, Óliver más cerca de la base para colaborar en la salida y Suso con libertad para aparecer en el momento de acelerar la jugada. El Sevilla tenía la pelota. Mandaba. Le faltaba el gol.
El miedo, como siempre en los nervionenses, era el de recibir un golpe y no ser capaz de soportarlo. Sin embargo, ese miedo, en un Granada peor en la clasificación al inicio del encuentro, era mayor. El Sevilla merodeaba el área y no remataba. Hasta que Pedrosa, tras una arrancada de Suso, centro con fuerza al área, con la suerte de que tocó Ricard y la pelota se envenenó, superando por alto al portero. No estaba claro si había tocado En-Nesyri con la cabeza en boca de gol. Ese tanto liberaba a los sevillistas, que se fueron a por más. Y no tardaron en encontrarlo en una pérdida en la salida del Granada. La cogía Ocampos muy lejos. Sólo con un apoyo y ante cuatro defensores. El argentino decidió pegarle desde su casa. Empeine puro. El balón ni siquiera bajó. Trayectoria de gol. 0-2 y sonrisa en un Quique que veía cómo estaba cambiando la película anímica d elos suyos.
El Granada, muy tocado, trató de agitar el choque con empuje en los últimos minutos. Puertas, cambiado de banda con Bryan, pecó de individualismo en una jugada sobre la línea de fomndo. Tras recortar y quedarse el disparo franco, le fue bloqueado. La respuesta en el alargue llevó la firma de Pedrosa. El carrilero izquierdo se metió por dentro y probó fortuna con la pierna derecha. Balón al larguero, que botó en el césped sin entrar en la portería. Ahí pudo estar la sentencia. Seguía habiendo partido. Porque cuando dos equipos andan tan tocados, puede ocurrir de todo. Quedaba partido.
El tercero, de Sergio Ramos
Y a las primeras de cambio, en el inicio del segundo periodo, el Sevilla golpeaba de nuevo. Falta lateral que la pone Suso con rosca y fuerza para que apareciese la cabeza imponente de Sergio Ramos, quien ejercía de capitán, para enviarla dentro de la portería. Ahí sí que las sonrisas se escapaban en los rostros de los jugadores del Sevilla. Llevaban sin vivir esa sensación de superioridad demasiados meses. Sólo una relajación sevillista podría propiciar que el conjunto de Medina se pudiese meter en el choque. Un error imperdonable de Gudelj en la salida propició que Puertas pudiese rematar mano a mano. Dmitrovic sacaba un pie salvador. Quería poner su granito de arena.
El partido pudo cambiar con una roja a Manu Bueno, recién entrado al campo, que revisó el VAR al tocar primero la pelota antes de un pisitón a Boyé. Terminó siendo amarilla. Quedaba un cuarto de hora. El partido continuó por la senda de la tranquilidad para los intereses nervionenses. Incluso dio tiempo para ver por primera vez en este curso a Marcao, el eterno lesionado del Sevilla. Una noche para sacar el poco pecho que le ha dejado al Sevilla el periplo de Diego Alonso. No le va mejor a Medina en el Granada. El verdadero ganador fue Quique. Parece que ha hecho poco, pero ha sido mucho. Muchísimo.