Sorloth a la hora del postre

En la última jugada del campeonato, con serias opciones de hacer gol, Julián decidió asistir a Sorloth para que el ariete firmara el cuarto colectivo, tercero particular. Conviene insistir, antes de atender a lo de Montilivi, en que, lo que tenga que construir el Atlético, tendrá que construirlo sobre la figura del argentino. Su compromiso resultó ejemplar en un partido sin demasiada trascendencia y que en todo caso hará recaer los focos sobre el noruego, por aquello de las dianas. Que las haga partiendo desde el banquillo resulta hasta cierto punto habitual, no tanto últimamente que encarrilaran un triunfo rojiblanco a domicilio.

Pero derivó curiosamente en goleada, y alegría que llevarse a la boca para la tropa de Simeone, un partido que en el ecuador del segundo acto circulaba sin alteraciones en el marcador y que llegó al tramo final con ventaja mínima visitante. Con el segundo, de Lenglet se rindió un Girona que en los últimos minutos ofreció una imagen lamentable para cerrar el campeonato apenas un punto por encima del último equipo que desciende. Y a otra cosa, mariposa. Dos errores en la salida, dos recuperaciones de Gallagher y Correa, que también habían formado parte del carrusel del Cholo... y dos más de Sorloth para alcanzar los 20. Como el que no quiere la cosa.

Con independencia del resultado, aparatoso, poco se les había perdido a Girona y Atlético en el partido, garantizada la permanencia en el primer caso, garantizado el podio en el segundo, sin que sepan demasiado dulce ni lo uno ni lo otro. Cuestión de exigencia, ésa sobre la que tantas lecciones vienen recibiendo dos entrenadores exigentes. La presencia de Krapyvstov o Musso bajo palos ya tenía que ver con esa peculiar idiosincrasia del litigio, cierto es que Míchel había dado carrete una semana antes al ucraniano.

Los de las manoplas tuvieron que ganarse la soldada rápido, ante sucesivas acciones de Lino, Herrera o Julián, cierto es que ninguna de ellas especialmente aviesa en cuanto a sus intenciones. Simeone, a todo esto, había dibujado una defensa con aroma a despedida, Witsel y Azpilicueta incrustados en ella, ya tiene guasa que para la ocasión se luciera camiseta de estreno. Asprilla incordiaba a Molina y Llorente por la izquierda en lo que al Girona respecta, Julián perdía metros para asociarse con sus compañeros en lo que al Atlético atañe... había cierta voluntad, las cosas como son, pero ni siquiera ayudaba la meteorología.

Porque más allá de que estuviera detrás de la pausa de hidratación y pudiera estar detrás (o no) de una posterior atención médica en la grada, el calor se convertía en rival añadido. Enhorabuena una vez más a los de los horarios, que de incompetentes han pasado directamente a convertirse en peligrosos. El estrambote del primer acto pasó por el ínclito Gil Manzano, no fuera a pasar inadvertido, que decidió enseñar a Simeone la tarjeta que reclamaba el técnico argentino y merecía Yangel por reiteración en las faltas. Es la quinta, por cierto, pero por lo visto ya no tiene consecuencias de cara al próximo curso.

La segunda parte venía siendo más de lo mismo en cuanto a los parones o en cuanto a la complicada relación de Lino con el gol, por ejemplo, pero justo después de que los entrenadores hicieran su primer movimiento, doble en ambos casos, y justo antes del 'cooling break', ustedes perdonen, llegó el decisivo extravío gironí que provocó una espléndida combinación a mayor gloria de Koke, Julián (faltaría más), De Paul (en la asistencia)... y Sorloth para abrir la lata. El resto parecía correr a beneficio de inventario, pero el 0-1 fue 0-4 en un abrir y cerrar de ojos. Los del punta, con esa mirada de sicario que se gasta. El epílogo resultó dulce en clave rojiblanca. Ahora, el Mundial. Que se dice pronto...