Hacían falta cuatro goles y tardaron 55 minutos hasta que fueron capaces de poner a prueba al portero rival, Raya. Primer dato que desnuda algunas de las numerosas carencias de este Madrid. El segundo fue ver cómo en el minuto 85 Odegaard corrió hasta una banda para presionar la salida de balón de los blancos. Con la eliminatoria ya ganada el noruego hizo lo que no fue capaz de hacer Vinicius durante todo el partido con la eliminatoria perdida: esforzarse y demostrar compromiso con alguien más que consigo mismo. Otro partido en el que el brasileño ni marcó la diferencia ni tampoco corrió. Van demasiados ya. Lo de Odegaard puede parecer un detalle pero explica muchas cosas no sólo del partido, de toda la temporada. Ante la adversidad en forma de lesiones este año el equipo no quiso sufrir. Se llama estómago lleno.
El público respondió; el equipo, no. En realidad era lo esperado porque es lo que lleva demostrando este Madrid durante toda la temporada. Una carencia flagrante de mecanismos de funcionamiento como bloque. Una falta de fútbol clamorosa, en la que un futbolista que el año anterior apenas contaba para el técnico como es Ceballos se ha vuelto imprescindible porque es el único con criterio para elaborar algo de juego. La sombra de Kroos se ha hecho inmensa. Por eso pensar que de la noche a la mañana esos vicios iban a desaparecer de un plumazo era un deseo, no una realidad. Así que el Madrid volvió a ser una suma de individualidades, la mayoría de ellas en una versión muy por debajo de sus posibilidades durante toda la temporada, que además se mezclan con el egoísmo y la poca solidaridad del que considera que son los otros los que deben esforzarse. Con esos antecedentes y un buen equipo como el Arsenal enfrente que apenas sufrió con el aluvión de balones colgados sin mayor peligro, el descalabro se veía venir aunque muchos prefirieron no verlo. La épica vende más que la triste realidad.
Fue un ejercicio de impotencia y de falta de ideas, uno más de los muchos que han completado los de Ancelotti en esta Champions, de la que se despiden con seis derrotas, récord negativo. Lo peor no fue no remontar, fue comprobar que eres el equipo más débil de los ocho en cuartos. El único que no ha competido.
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