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El golfista español animó la jornada final que se decantó del lado de Reed

Jon Rahm vuelve a caer con las botas puestas

Jon Rahm juega el driver en la última jornada del Mundial de México
Jon Rahm juega el driver en la última jornada del Mundial de México
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Jon Rahm, el golfista excepcional, fue tercero en el Campeonato del Mundo de México, uno de esos torneos que por jerarquía y nónima hay que situarlos inmediatamente detrás de los Grand Slam. Su actuación los últimos dos días y medio, cuando a mitad del viernes estaba en cuatro sobre par, no dejan lugar a la duda de la competitividad del joven, que por momentos lideró el torneo el último día -nunca en solitario- y que soñó con recibir el cetro mundial de manos de Rory McIlroy. No lo logró, pero subió un peldaño. Rebasó a Brooks Koepka, el golfista de los triunfos selectos, y tendrá otra opción en tres semanas en The Players. Se ve en esas ligas.

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Rahm lanzó su carga desde el principio. Allí donde otros sesteaban -Reed sólo llevaba un birdie y 10 pares en la calle del hoyo 12-, el español fue un bulldozer en el arranque. En el hoyo 5 ya llevaba cuatro birdies. Había destrozado los cuatro golpes que Justin Thomas tenía como rédito tras la tercera jornada. Era lo más sobresaliente de un grupo formado por los tres mencionados, más Bryson DeChambeau, el sudafricano Van Rooyen y Rory McIlroy, el único que no pisó la cabeza en ningún momento, aunque acabó con 68. Mediada la jornada, la ilusión era absoluta.

Sin embargo, la recta final no fue dichosa para Rahm. DeChambeau, el científico que juega al golf, que mide la presión atmosférica y seguramente el crecimiento nocturno de la hierba, comenzó a jugar unos hierros precisos y a meter putts. Y eso, en momentos de desconciertos, donde los fallos se repartían por todos lados, sembró de inquietud al resto. En el corazon de la batalla, entre los hoyos 6 y 14, DeChambeau hizo siete birdies y un bogey; Rahm los jugó en +1; Van Rooyen, en +2; Thomas, en +4; McIlroy, en +1. Sólo aguantaba Reed.

El de Modesto (California) se plantó con dos golpes de ventaja sobre el polémico texano, que ganaría al final, y cuatro sobre Rahm, que no tuvo la puntería de otras veces con el putter. Se complicó la vida con un aproach en el hoyo 11 (par 5) y en momentos críticos se le encasquilló el revólver. Cuando sonaban trompetas para DeChambeau, irrumpió Reed. En el fútbol sería Gattuso. Un golfista infatigable. Enlazó tres birdies en el momento de la verdad y arrolló a su compatriota. Tanto que salió al hoyo 18 con dos de ventaja, porque Bryson en el 17, el par 3 del lago, había jugado excesivamente conservador y aterrizó la bola a tal distancia que tripateó.

Como el golfista tedioso que representa, necesitó ese bogey para ganar el torneo. Pero lo hizo al fin y al cabo. Y eso es lo que cuenta. Entre los otros españoles, el mejor fue Rafa Cabrera, decimosexto tras un 68 (no jugó ninguna de las cuatro vueltas sobre par) lo que le da ventaja sober Sergio García (66 para acabar) en la carrera hacia los Juegos Olímpicos de Tokio.

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