El lugar era único e inmejorable. París, sus Juegos Olímpicos y una 'meca' del deporte volcada... a otro. Roland Garros transformó al Bois de Bolougne acostumbrado al tenis, y a su rey español Rafa Nadal, por el boxeo. Lleno de luces, nuevos aficionados y 'La Puissance', uno de los grandes temas de la historia de la música urbana de Francia retumbando. En ese mágico envoltorio, único, Ayoub Ghadfa levantó su brazo en alto tras batir en el combate de semifinales olímpicas del superpesado al local Djamili-Dini Aboudou-Moindze.
Ghadfa, tras Enrique Rodríguez Cal, Faustino Reyes, su mentor Rafa Lozano y su compañero (amigo y compañero de muchas otras cosas) Enmanuel Reyes Pla, sube al olimpo del boxeo español en los Juegos Olímpicos. Ya había sumado una medalla más para confirmar, por un lado, la buena salud del pugilismo patrio (en la línea de otras potencias europeas y por detrás de 'monstruos' como Kazajistán o Uzbekistán) y, por otro, para hacerse un nombre importante dentro de un deporte.
Pero quiere más. El marbellí ya había ganado llegando a los Jardines de Roland Garros. Porque dejó, con muy buena sensación, tirado en el camino al favorito Kunkabayev. Y pasó por encima del armenio Chaloyanpara aterrizar en las peleas finales. En el lugar mágico, donde la estatua de Rafa Nadal preside a cualquiera que se acerca a la Chatrier.
Un Ghadfa arrollador
Ghadfa salió a la contra. Jugando con combinaciones entre su temible directo y los golpes hacia arriba que marcan las diferencias. El juego de pies, otra clave, antinatural para lo que sería un superpesado, también ahogaba a Aboudou-Moindze.
Mientras el galo crecía en distancias cortas, Ghadfa sabía que tenía a favor la agilidad y envergadura, algo que fue castigando poco a poco. Daba exactamente igual el "Allez les Bleues" de la grada y las pitadas al español, Ayoub mandaba. Entre el directo y los ganchos, esos golpes que rompen el ritmo a cualquiera.
No existió duda para nadie. Solo un juez, en el primero, le dio perdedor en los dos 'rounds'. Equivale a victoria salvo drama total. Y se bordeó. Aboubou-Moindze sacó una de sus manos demoledoras desde el centro, ó con Ghadfa y cayó. No tardó en levantarse pese a la cuenta del árbitro. Había que sobrevivir, y pese a que el asalto fue del púgil de Calais, Ghadfa sobrevivió. A lo Nadal en sus tardes más épicas en la Chatrier.
Su puño surcó el cielo de la Chatrier por decisión unánime. Su final olímpica, contra el bestia Jalolov, ya es una realidad. "Hace bailar a los Dioses y las Diosas", como dice la canción ('Allumer le feu') que preside todas las sedes olímpicas. Con su boxeo, en este caso. En la tierra santa de Nadal.