Katie Ledecky no saldrá como la reina de los Juegos Olímpicos de París, ni tan siquiera tendrá el foco en la piscina donde León Marchand en hombres -ya crea clima cósmico hasta en las semifinales de los 200 estilos- y Mollie O'Callagham, que ya lleva tres oros, o Ariarne Titmus tendrán más peso. Pero nadie podrá discutir el magnetismo, el tesón, la profesionalidad y el esfuerzo de la estadounidense que, en sus cuartos Juegos, sumó el jueves la decimotercera medalla olímpica.
Sucedió en los 4x200 libre, prueba que sirvió para reafirmar que el cetro mundial de la natación, o al menos de la femenina, pertenece a Australia. Con O'Callagham, Titmus, y, entre medias, Pallister y Throsell, que no son mancas, ganaron la prueba desde el primer metro con 7:38.08, sacando 2.78 a las estadounidenses, o más concreto, lo que le sacó Titmus a Gemmell en 200 metros porque Ledecky había dejado la diferencia a falta de una posta en tres décimas. Salió la campeona del 400 libre y nadó en 1:52.95 intocable.
La plata, la cuarta que logra la risueña nadadora de Washington, es la decimotercera medalla de su carrera, ocho de ellas de oro. Se sitúa en el histórico de verano tras Michael Phepls (28) y la gimnasta Larissa Latynina (18). Y aún nadará los 800 metros que supondrán la última batalla entre ella y TItmus, con bastante mejor marca de entrada para la estadounidense, que debutó con 15 años en los Juegos Olímpicos de Londres.