Vivir una carrera a pie de pista tiene sus pros y sus contras. No se tienen todos los datos, pero la velocidad de los monoplazas, algo a lo que la televisión no hace justicia, y la pasión del público, bien merecen la pena un paseo junto a los 'tifosi'.
Emociona sentir el silencio. Como los ruidosos italianos se ponen de pie y callan en el homenaje a la fallecida Reina Isabel II de Inglaterra. Impresiona verles cantar a voz en grito el himno de su país... y más cuando se es de una nación sin letra... Levantarse emocionados con la salida, disfrutar de la remontada de Carlos y de la agresividad de Leclerc, tan violento en la entrada de curva.
De la pasión a la huida
Abucheaban (mal hecho, y no todos) a Verstappen, que pilota como si llevara un tren de alta velocidad. No se mueve. Frente él, más atrás, el Alpine 14 de Alonso iba como frenado, con su motor eléctrico sin terminar de ayudar en las largas rectas. Y Sainz era justo lo contrario, un Concorde que adelantaba sin el más mínimo humo de blocaje en las ruedas. Tirándose de lejos al interior de la curva. Especialidad de la casa, remontar a calzón quitado (quince coches en trece vueltas) y con mejor ritmo que Leclerc. A su paso, aplausos y vítores de sus aficionados. Los mismos a los que fue a firmar autógrafos en la recta de meta, y les regaló la gorra, al terminar la carrera. Estuvo allí veinte minutazos. "Carlo, Carlo, no te rindas, sigue, sigue...", le decían.
Todo iba más o menos normal, con el público un poco cansado por el sol y el calor, hasta que llegó la segunda parada de Leclerc. Salió a 19 segundos a 19 del final. Cuando quedaban diez y sólo había bajado dos, comenzaron a marcharse de la grada a centenares.
El Safety se celebró como un gol
Y entonces llegó el golpe de efecto. Se para Ricciardo. Se celebra como un gol. Primero al verle detenido y después puños al viento con la tardía salida del coche de seguridad. Debió salir inmediatamente, pero tardaron una vuelta en sacarlo. Y encima chapuceramente detrás de los líderes, no por delante. En teoría, cielo abierto para un apretado duelo final por la victoria.
El director Niels Wittich siguió el procedimiento 2022, primero amarilla y después 'Safety'. Se perdió un tiempo precioso. Los comisarios no supieron o pudieron poner el coche en neutral. No se podía mover. Llamaron a un tractor para que lo apartase. Está el McLaren fuera a dos vueltas del final. Entonces la opción era que los doblados pasaran al líder a toda pastilla. O incluso haber estrujado las normas (permitiéndoles desdoblarse antes) para acelerar el proceso. El modelo Abu Dabi. O no meterse en líos y acabar así.
La hecatombe
Es increíble que una carrera termine bajo fuertes y sonoros abucheos. Gestos del pulgar hacia abajo. Enfado máximo. Así fue Monza. Dice Mattia Binotto, y dice bien, que "esto no se puede volver a repetir". Salvo hecatombe, el coche de seguridad nunca puede ganar un gran premio. La prensa internacional habla de cambiar las reglas por banderas rojas a pocas vueltas del final. Y solventarlo con una nueva salida. No se trata de eso. Sólo hay que hacer las cosas de la mejor manera posible. Seguridad y espectáculo.
Y entonces el público, más allá de sus colores, se romperá las manos aplaudiendo. Como pasó en Yas Marina 2021. Siempre en nuestros corazones.