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Hay días que se quedan tatuados en la memoria no solo por los goles, sino por los gestos que dignifican al deporte. Y hoy, en el infierno del Estadio Nemesio Diez, fue un portugués de corazón noble quien nos recordó que la grandeza no solo se mide en cifras, sino en valores. Su nombre: João Paulo Dias Fernandes, aunque en México lo conocemos simplemente como Paulinho... y ya lo queremos como a uno de los nuestros.
Minuto 87. Toluca gana 2-1 a Santos Laguna en un duelo tenso, reñido, con el nervio a flor de piel. Paulinho cae tras un o con Javier Güémez, y el árbitro Luis Enrique Santander no duda en sacar la tarjeta roja. El guion ya lo conocemos: jugador expulsado, rival con uno menos, cierre del partido más cómodo. Pero Paulinho decidió romper el libreto.
La confesión de Paulinho a Luis Enrique Santander
El lusitano se levantó, miró al árbitro, y en un gesto que vale más que mil goles, pidió que la roja fuera retirada. Explicó que el o no fue malintencionado, que no le dolió, que todo estaba bien. Lo hizo con humildad, con convicción. Lo hizo porque todavía cree en la justicia dentro de la cancha.
Y sí, Santander escuchó. Cambió su decisión y dejó todo en una amarilla. Santos siguió con once. Porque gracias a Paulinho, el partido siguió siendo un juego limpio.
Pero eso no fue todo. Porque el portugués también hizo lo que mejor sabe: anotar. Marcó su noveno gol en el torneo Clausura 2025, colocándose a solo dos tantos de Díber Cambindo, el colombiano del Necaxa que lidera la tabla de goleo. Paulinho está encendido. Es contundente, inteligente y letal frente al arco. Pero más allá del killer del área, hoy se mostró como un verdadero caballero del balón.
La gran productividad de Paulinho con el Toluca
Paulinho llegó a México con un currículum europeo y una promesa de goles. Pero hoy, se está ganando algo más importante: el respeto, la iración y el cariño de toda una afición. No por lo que hace con los pies, sino por lo que muestra con el corazón.
Y en un fútbol cada vez más lleno de simulaciones y polémicas, ver a un jugador detener el juego para decir la verdad es como ver caer una lágrima sincera: inevitablemente conmueve.
Gracias, Paulinho. Por el gol. Por el ejemplo. Por recordarnos que la verdadera victoria, a veces, es hacer lo correcto.
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