Vista la tabla clasificatoria de personajes del deporte con mayor seguimiento en redes sociales hay datos que llaman poderosamente la atención. Cristiano Ronaldo roza entre X, Facebook e Instagram los mil millones de followers. En el top5, además de Cristiano, figuran otros dos futbolistas: Messi y Neymar. El póker de honor lo completa la estrella del cricket mundial Virat Kohli con más de 380 millones de fans y Lebron James, la cuota norteamericana como reclamo de la NBA que solo puede colar a otra estrella como Stephen Curry dentro de los veinte primeros puestos.
En esa relación ampliada el fútbol y el Madrid siguen acaparando el ranking. Beckham, Mbappé, Benzema, Ramos, Marcelo, James o Bale conviven con otros peloteros como Dybala, Griezmann, Salah, Ronaldinho, Iniesta o Ibrahimovic.
Solo me falta un nombre. Y no aparece, sospecho, porque no tiene perfil en redes sociales ni falta que le hace. Es Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. El mayor influencer de la historia del deporte. O al menos del momento presente.
Chorrocientas asambleas después, ganando dobletes o yéndose de vacío, con el Bernabéu viejo o infinito, con Taylor Swift cantando o con los expedientes desafinando, con socios o accionistas, todo le sale bien y sin contestación al máximo dirigente blanco que está a punto de volver a hacerlo, de volver a cambiar el curso de los acontecimientos con un par de medidas que todos acabarán siguiendo en el deporte profesional. Lo hizo con los palcos Vip, con las giras asiáticas, con las tiendas de merchandising y ahora con las retransmisiones inmersivas, la Superliga o el máximo aprovechamiento de su recinto deportivo convertido en parque de atracciones en el centro de la capital.
Aunque lo llamativo y irable no es eso, sino el grado de adhesión que ha conseguido entre sus fieles que apenas cuestionan el Wifi del estadio o el carnet digital porque teniendo un smartphone es más cómodo y ecológico que una tarjeta de plástico.
No habrá otro como él, con tanta capacidad de influencia sobre su público. Lo sabe el madridismo de Madrid, de España y hasta en Namibia, Uganda, Albania y Finlandia.
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