El pueblo fantasma de Madrid que la naturaleza está reclamando como suyo

La Comunidad de Madrid posee una gran importancia dentro de la historia de España. Desde 1561, la ciudad de Madrid es la capital del país, momento en el que Felipe II tomó la decisión de trasladar la corte al centro de la península. Previamente se había barajado esta posibilidad con las ciudades de Toledo y Valladolid.

La importancia de la Comunidad de Madrid es innegable, tambien en el transcurso de uno de los capítulos negros de la historia de España: la Guerra Civil. Tras este conflicto, la vuelta a la vida fue un reto en todo el territorio nacional y surgieron, a raíz de ello, nuevas formas de vida. Uno de los asentamientos que se formó en la región madrileña fue El Alamín.

Este asentamiento prácticamente limita con la provincia de Toledo y se encuentra a 30 kilómetros de Navalcarnero. Fue levantado en el año 1950 por el marqués de Comillas para que las más de 150 personas que allí se hospedaban, atendiesen las necesidades de su finca. Eran una serie de casas exclusivamente para atender a los trabajadores.

Cuenta la leyenda que El Alamín fue abandonado tras la muerte de un pastor y sus ovejas

El diseño de este pueblo es muy sencillo, ya que consta de tres calles paralelas, dos perpendiculares y una plaza con una fuente en medio. Las viviendas eran humildes, constando algunas de ellas de un patio trasero que aumentaba los metros de la casa. Se trataba de casas bajas o, como mucho, de dos alturas en total. Todavía siguen en pie alrededor de cuarenta casas a las que hay que sumar un bar, una iglesia, una escuela y un convento.

Debido al paso del tiempo, las fachadas de las casas están vandalizadas con grafitis y, como curiosidad, por su avanzado estado de abandono, numerosos aficionados a lo paranormal se acercan cada fin de semana con el objetivo de grabar cacofonías.

Además, se cuenta que el motivo del abandono del poblado por todos los habitantes es porque un día un pastor condujo el ganado hasta el monte y por la mañana aparecieron todos muertos: las ovejas y su guía. Fallecieron en la misma finca en la que vivían.