La escritora sueca Karin Smirnoff ha regresado al universo 'Millenium' con 'Los colmillos del lince' (Destino), su segunda novela de la saga -debutó con 'Las garras del águila'- y la octava de la serie después de las tres primeras entregas del fallecido Stieg Larsson y de las tres posteriores de David Lagercrantz.
En esta ocasión, Karin Smirnoff ofrece una nueva vuelta de tuerca al conflicto entre el desarrollo económico y sus implicaciones ecológicas a través de las disputas que provocan las explotaciones mineras y sus consecuencias: el desplazamiento de pueblos enteros, la especulación inmobiliaria y la explotación de los trabajadores.
Karin Smirnoff fue seleccionada por los herederos de Stieg Larsson para continuar con la saga por ser una de las grandes voces de la narrativa sueca y por su proximidad en inquietudes ideológicas y literarias con el creador de la serie. Publicada en más de 50 países, 'Millenium', que este año cumple 20 años, se ha convertido en uno de los fenómenos literarios más destacados de la historia de la literatura contemporánea con más de 105 millones de lectores.
Fotógrafa y periodista de formación y escritora de profesión, Karin Smirnoff cita a Tiramillas, la web de ocio de Marca, en la embajada de Suecia, situada en el barrio madrileño de Almagro, en el castizo distrito de Chamberí, para charlar de 'Los colmillos del lince', de 'Millenium', de sus predecesores Stieg Larsson y David Lagercrantz, de los temas que trata en la novela... De todo lo que da tiempo a hablar durante 45 minutos.
PREGUNTA. ¿Considera 'Los colmillos del lince' una novela más personal que 'Las garras del águila'?
RESPUESTA. No lo sé. Para comenzar, yo procuro mantener un lenguaje que es muy mío. ¿Y por qué digo esto? Digo que es un lenguaje muy mío, pero que al mismo tiempo sea digerible para el público de la saga. Y lo digo en el sentido de que cuando escribo novelas, suelo experimentar mucho más con el lenguaje, pero aquí realmente tengo que hacer un esfuerzo para mantener un equilibrio porque, obviamente, si el público de la saga encuentra un lenguaje que tiende más a lo poético, puede ser un enorme factor de distracción o incluso, una molestia. No obstante, yo no lo puedo evitar, porque también es mi manera de mantenerme fiel a mí misma y también es la manera en la cual yo pienso que estoy haciendo literatura y no solo una novela de entretenimiento o una simple novela sobre un crimen. También creo que una de las grandes diferencias entre una novela y una novela negra es que la novela contiene, por ejemplo, un lenguaje que el lector no tiene que conocer a la perfección, se le pueden escapar algunas palabras. Y esto no se da en la novela negra. En la novela negra, como el lector tiene la necesidad de entender la trama al detalle, tiene que entender la cabalidad del lenguaje. Entonces, creo que esa es una diferencia grande entre los dos géneros.
P. Svala tiene más presencia en esta entrega que en la anterior, mientras que Mikael Blomkvist, en cambio, tiene un papel más secundario. ¿Ha querido dotar a la saga de un aspecto más feminista?
R. No ha sido de manera intencionada. O sea, yo no me senté y dije en algún momento: 'Voy a escribir una novela feminista'. Pero sí es verdad que estos personajes son parte de mi escritura. Es decir, concebí al personaje de Svala también porque, de alguna manera, es un vehículo que me permite acceder a Lisbeth. Quiero decir, es gracias a la presencia de Svala que Lisbeth hace una u otra cosa. Entonces, creo que necesito a otros personajes para poder desarrollar los personajes heredados de Lisbeth y Mikael.
P. Este año se cumplen 20 años del inicio de la saga 'Millenium', que ha pasado por las manos de Stieg Larsson, David Lagercrantz y usted. ¿Cómo ha envejecido la serie?
R. Somos tres autores y los tres somos muy diferentes. Yo creo que si volvemos a releer, por ejemplo, las novelas de Stieg Larsson, hay partes que claramente han envejecido. Stieg Larsson estaba obsesionado con los móviles porque era un dispositivo muy nuevo en aquel entonces. Sin embargo, yo sí creo que algunos aspectos de los libros de Stieg Larsson, como son los temas que él abordaba, por ejemplo el ascenso de la extrema derecha o la violencia contra las mujeres, no han cambiado demasiado y siguen siendo temas de tremenda actualidad hoy en día pese a que han pasado 20 años. Por otro lado, David Lagercrantz también era periodista, pero no era periodista de investigación como Stieg Larsson y tampoco era una persona tan política, no tenía un componente tan ideológico. Entonces, en su caso, por ejemplo, se centró mucho más en la acción que en los problemas sociales y mostró un interés particular por las nuevas tecnologías. Entonces, realmente somos tres autores muy distintos, con un estilo distinto, con una manera de lidiar con la serie de manera distinta y también somos personas muy distintas. Entonces, yo creo que se podría decir que, en cierta manera, hay continuidad en la saga y, en cierto modo, no la hay.
P. En 'Los colmillos del lince' acentúa su mirada política y ofrece una visión crítica de los grandes desafíos a los que se enfrenta la sociedad en la actualidad.
R. Yo creo que es un buen lugar en el que abordar este tipo de temáticas, porque podemos también utilizar la ligereza de la literatura que puede tener muchos componentes distintos: puede ser divertida, puede ser triste, puede tener casi toda la gama de emociones para explicar y arrojar luz sobre estos retos. Ahora bien, yo no lo percibo como una responsabilidad, yo creo que sobre todo, digamos en el marco de la novela negra nórdica, es más una cuestión de tradición, la tradición de la novela negra nórdica ha sido la de arrojar luz sobre las grandes problemáticas sociales. Entonces, es una especie de tradición del género más que una responsabilidad.
P. En la novela también da una vuelta de tuerca al conflicto entre el desarrollo económico y sus implicaciones ecológicas. El pasado 28 de abril, un apagón dejó sin electricidad a la Península Ibérica y provocó un debate de nuevo entre los defensores de las energías renovables y los partidarios de las energías no renovables como la nuclear.
R. Yo creo que vivimos en una sociedad muy vulnerable a causa de la globalización. Por ejemplo, la producción misma de electricidad no es solo local sino es un fenómeno global. Yo creo que en el caso del apagón de España todavía no se sabe qué pasó exactamente. Lo que leí en los medios suecos es que los políticos tienen muchas respuestas, pero no la respuesta, que es algo que asusta mucho. Sin lugar a dudas, genera mucho miedo que los responsables políticos todavía no sepan qué sucedió. Y una cosa que se repite una y otra vez en los medios suecos es que es algo que podría pasar también en Suecia, lo cual tiene mucho sentido porque creo que cuantas más fuentes alternativas de energía consumimos, más vulnerables somos. Pero también he de decir que creo que aquí también hay un oportunismo por parte de ciertos lobbies para transmitir el mensaje que tenemos que volver a la energía nuclear, que no podemos depender de las energías renovables, que incluso tenemos que regresar al carbón... Entonces, realmente, lo que yo puedo decir con claridad es que no confío en estas opiniones, no confío en los políticos españoles, no confío en los políticos suecos... Creo que habrá que ver qué pasó.
P. Sus novelas, pese a que son policíacas, también pueden interpretarse como una enmienda a la exacerbación del modelo capitalista que está poniendo en riesgo el futuro de nuestro planeta.
R. Sí, yo creo que de alguna manera, vivimos en un mundo que gira alrededor de la avaricia. Nadie se contenta con tener lo suficiente, sino que todos quieren más y más y más. Y ese, digamos, es el mayor problema que enfrenta el mundo en la actualidad. Y es realmente absurdo cuando vemos que hay muy pocas personas que tienen mucho y hay muchas personas que no tienen prácticamente nada. Es una enorme injusticia. Pero hoy, hay una serie de realidades que hemos normalizado como ser 'trumpista', ser del perfil de Donald Trump. Y es rarísimo ver, por ejemplo, a Elon Musk sentado al lado de Donald Trump tomando decisiones que afectan a los que menos tienen, cuando no pueden ni siquiera imaginarse cuál es la situación por la que pasa una persona que no tiene un permiso de residencia, por lo que pasa una persona que no tiene suficiente dinero para comer o por lo que pasa una persona que no sabe si podrá mandar a sus hijos al colegio porque puede ser deportada al día siguiente.
P. ¿Qué ha fallado o qué se ha hecho mal como sociedad para que cada vez tengan más peso en la política tanto la extrema derecha como la extrema izquierda?
R. En el caso de Suecia, la extrema derecha no tenía tanta importancia hace 20 años. En realidad, era un grupillo de niñatos que iban con la cabeza rapada, con cazadoras tipo bomber, que hacían el saludo nazi y la gente se burlaba de ellos. ¿Qué pasó? En algún momento decidieron ponerse serios. Cambiaron las cazadoras tipo bomber por trajes y se convirtieron en políticos de a pie. Entonces, cambiaron su estrategia política para agradar a un público más masivo. Por ejemplo, sabemos que toda la base de su discurso ideológico tiene que ver con una lucha contra la inmigración, pero como saben que pueden perder muchos votos si lo hacen de manera tan patente, se esconden tras otras luchas. No obstante, sabemos que realmente su única lucha es la lucha contra la inmigración. También creo que el tema aquí es que tenemos líderes políticos de la extrema derecha que son inteligentes. Probablemente el líder político más inteligente que tenemos en Suecia en este momento es el líder de la extrema derecha. Gana absolutamente todos los debates. Es una persona que tiene capacidad para explicar con términos muy simples temas complejos. Y tiene un poco más bien el perfil de Viktor Orbán. Entonces, ¿qué ha pasado? Que hoy en día, ese partido, ese grupo de niñatos de los que nos burlábamos hace 20 años, tiene el 20% de los votos, pero al final son un grupo de extrema derecha y un grupo de neonazis que se opone a los extranjeros y a los refugiados. Y esto es lo único en lo que se centra. ¿Y por qué la gente vota por estas personas? Bueno, porque en realidad apuntan a temas muy simples. Por ejemplo, ¿qué dice este partido de extrema derecha en Suecia? Si llegamos al poder, vamos a reducir el precio del petróleo de cinco coronas. Perfecto. ¿Qué dijo Donald Trump? Si votan por mí, voy a bajar los impuestos y voy a hacer que América sea grande de nuevo. ¿Qué dijo Viktor Orbán? Tienen que confiar en el Estado, que es un Estado supercorrupto. Al final, lo que hacen, es plantear temas tremendamente simples y le dicen a la gente lo que la gente quiere oír. Y no utilizan un discurso intelectual ni un lenguaje rebuscado, porque los políticos tradicionales son personas que estructuran un discurso de una manera mucho más rigurosa y, por eso, atraen menos a los ciudadanos de a pie. Cuando los discursos estos simplificados en el lenguaje de la calle, pueden llegar a un número mucho mayor de personas. Entonces, ¿por qué hemos llegado a votar a esas personas? La respuesta corta es porque dan soluciones muy fáciles para temas muy complejos.
P. Esos políticos a los que ha citado están imponiendo su propia agenda a costa de hacer desaparecer otros temas de la agenda pública.
R. Sí, yo creo que cada vez tienen más poder. Entonces, lo que consiguen al final es captar muchos votos con estos mensajes simplones y, al mismo tiempo, por ejemplo, otros partidos tradicionales, como pueden ser los socialistas o los conservadores de toda la vida, asumen su agenda porque tienen miedo de perder esos votos. Entonces, piensan que si hacen campaña alrededor de temas como pueden ser, por ejemplo, la violencia de género, la sanidad pública o la educación pública, van a perder votos porque, al final, se ahogan dentro de temas como la criminalidad o la inmigración, que son temas que vienen impulsados constantemente por la extrema derecha. De hecho, yo creo los partidos políticos tradicionales están faltando un poco a su responsabilidad porque por ese miedo a perder votos, están dejando de lado estos temas porque los consideran más aburridos o menos atractivos para el público en general y están asumiendo la agenda de la extrema derecha, que es algo que es un enorme peligro.
P. Cada vez más novelas escandinavas, no solo novelas negras, ponen el foco en la situación de la minoría sami. ¿Me podría decir cuál es su situación ahora?
R. Es algo realmente maravilloso que tengamos tantos autores de la comunidad sami ahora mismo, porque ha habido mucha ignorancia sobre la situación del pueblo sami en Suecia. Yo creo que, por ejemplo, no hemos sido conscientes de la explotación a la que se viene sometiendo al pueblo sami desde hace más de 500 años. Por eso me parece tan importante que ahora hayan surgido una serie de autores sami que cuenten la historia sami o cuenten, por ejemplo, la importancia de la cría de renos, que tal vez no es una actividad económicamente rentable, pero sí que es una parte absolutamente fundamental de su cultura. El pueblo sami es un pueblo que se encuentra protegido por la ley sueca y, sin embargo, cuando llegan los intereses económicos o los grandes proyectos industriales, aparentemente, estas leyes ya no existen. Y luego también el pueblo sami ha sido sometido a un largo historial de racismo, que ha sido creado también en parte por el Estado, porque les otorgó derechos especiales que luego llevó a la población sueca querer tener también esos derechos especiales. Entonces, yo creo que este maltrato constante de la población sami se remite a muchos años atrás en la historia. Y el pueblo sami corre el riesgo de perder sus tradiciones y, también, su idioma. Durante muchos años no se les permitía hablar su propio idioma en el colegio y, por eso, hoy en día hay muchos jóvenes samis que no saben hablar su propio idioma. Entonces, es una cultura que, de seguir así, estamos destinando lentamente a la extinción. Por eso me parece tan importante que haya surgido esta generación de autores sami, de músicos sami, no solo de escritores sami, que expliquen y pongan de manifiesto la importancia de su cultura. Y es un fenómeno relativamente nuevo porque se remite a hace 5 o 10 años, pero es muy importante.
P. 'Los colmillos del lince' es su segunda entrega, y la octava en total, de 'Millenium'. Los herederos de Stieg Larsson le conceden absoluta libertad a la hora de escribir sobre Lisbeth Salander, pero es una protagonista que no ha parido usted y que también ha pasado por las manos de David Lagercrantz. ¿Echa en falta tener que enfrentarse a su propia hoja en blanco y escribir una novela completamente desde cero?
R. Sí, sí que le echo de menos y, de hecho, tengo proyectos paralelos. En cuanto a mis proyectos paralelos, yo escribí cuatro libros antes de dedicarme a la saga 'Millenium' y los tres primeros libros eran una trilogía. Entonces, ahora mismo estoy escribiendo la cuarta parte de esa primera trilogía. Y aparte de eso, también estoy escribiendo una historia sobre París y una obra de teatro para el Teatro Nacional de Suecia. Y lo estoy haciendo todo de manera simultánea porque me divierte y me entretiene. Sé que pueda sonar esquizofrénico, pero es el modo en que mi cerebro funciona. Tengo que hacer varias cosas a la vez y tengo que divertirme haciendo esas cosas.
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