Ser un 'Indiana Jones' en la sociedad actual es algo que no todo el mundo puede hacer. Cuando aparecieron las películas de este personaje de celuloide fueron muchos los que en sus pensamientos soñaron que, alguna vez, descubrirían un tesoro importante. Estos aventureros de ficción tienen su realidad en los arqueólogos de carne y hueso que, con su labor y trabajo de campo, tratan de escudriñar cómo fueron las vidas y costumbres de nuestros antepasados.
Eso es lo que ha sucedido en el sureste de Inglaterra, donde unos arqueólogos han descubierto un cementerio medieval templario que está lleno de tesoros enterrados cuya datación está fechada entre los siglos V y VI. De hecho, hay un objeto que destaca sobre todos los demás, se trata de espada que está muy bien conservada
“Una espada muy especial” con empuñadura de plata y oro
La citada espada fue encontrada en la tumba de un hombre y la empuñadura de esta es de plata y oro, además de tener un anillo que está fusionado con el pomo en la parte superior. Cuenta con una hoja con escritura rúnica y, de manera sorprendente, los arqueólogos también pudieron recuperar parte de la vaina del arma que era de madera y cuero forrada con piel de castor.
“Espadas como esta son muy especiales”, indicó a la revista Smithsonian Duncan Sayer de la Universidad de Central Lancashire, arqueólogo principal de la excavación. “Parece que el hombre con el que fue enterrada la está abrazando. (...) La empuñadura y la guarda terminan a la altura de la cabeza y los hombros, visualmente entrelazadas con su rostro”. Una espada que, por lo que han dictaminado los expertos, podría haber sido un regalo de un miembro de la realeza, y que pudo haber sido utilizada durante generaciones antes de acompañar a su último propietario a la tumba.
Los arqueólogos que estaban trabajando en la zona han excavado 12 enterramientos en un cementerio que se cree podría albergar hasta 200 tumbas. En la tumba donde fue encontrada la citada espada también se halló un colgante de oro grabado con un dragón o una serpiente en el pecho del yaciente, algo que los investigadores creen que podría haber sido un “recuerdo preciado” perteneciente a una pariente femenina.
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