La fatalidad se llev a Tolo Calafat 2194a
mircoles, 12 mayo 2010, 03:36
Creo que subir montaas, como navegar o volar, es un anhelo inherente al ser humano. Hay un punto de inquietud, un cierto picor que sentimos algunas personas para lanzarnos a la aventura. En algunos casos, como el mo, el picor es suave y se calma con poco. En otros, aquellos que hacen avanzar los retos a base de hazaas, el picor es fuerte, intenso y se calma slo con grandes desafos personales que, en muchas ocasiones entraan un gran riesgo. Imagino el picor que empuj todos estos aos a Tolo Calafat hasta afrontar el reto que acab con su vida.
Quiz para l, el Annapurna, no era ms que un calmante temporal de un picor mayor que le esperaba a la vuelta de la esquina. Un picor hablado ya mil veces con sus compaeros, amigos y familia. Result ser su ltimo reto porque la fatalidad, que existe aunque nos empeemos en negarla, apareci para robarle primero su fuerza y, finalmente, el aliento.
No pretendo, no obstante, analizar por que sucedi la muerte de Tolo o si se pudo haber evitado. Quiz asumi riesgos que eran mayores de los que poda afrontar o calcul mal sus fuerzas. Quiz, sencillamente, algo funcion mal en su cuerpo. Todo aquel que sube a la llamada zona de la muerte sabe que est solo en la tarea de volver a la zona de la vida. Cualquier incidente puede ser fatal y pese al voluntarismo de muchos como Collibasanu o Steck poco van a poder hacer por l.
Ya he perdido un amigo en la montaa y he sentido en mi propia piel ms de una vez el riesgo inherente a esta actividad y tengo la sensacin de que, a veces, la supervivencia est tan solo al otro lado de la fina lnea de la fortuna. El riesgo objetivo de una ruta se suma a esa plyade de circunstancias menores que represtentan demasiadas variables para considerarlas en una ecuacin imposible y, sencillamente, el error, el accidente, ocurre. No conozco a nadie que vaya a la montaa a morir sino a vivirla intensamente; la muerte es algo que sucede sin ms y que se asume de mala gana.
Foto: Banderas de oracin en el Annapurna, por Anita Kluska.
La historia de la humanidad, y el montaismo no es una excepcin, est llena de casos en los que los protagonistas pagaron con sus vidas intentar algo que nadie o muy pocos, como en este caso, haban intentado antes. Muchas aventuras personales se disfrazaron de exploraciones cientficas, de retos para la humanidad o, simplemente, de comprobaciones empricas de teoras ms o menos rocambolescas. Sin embargo estoy bastante convencido de que lo que movi a Coln, a Scott, Shackelton, Lindbergh o Mallory a aventurarse, a emprender un camino desconocido y altamente arriesgado, es esa pulsin, ese escozor interno del que hablaba al principio y que les hizo preguntarse y si...?