La Fórmula 1 es algo más que la carrera del domingo. Este blog no pretende ser un dogma de fé y sí un hueco donde compartir unas cuantas vivencias.
Miguel Sanz
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Seguramente mis seis años en Porto son doce. Entrenar un grande envejece y mucho.
La excepcional demostración de Sebastien Loeb a los mandos del Red Bull esta semana ha dejado sorprendidos a los propios técnicos del equipo de Fórmula 1."Fue realmente sorprendente. Se sentó en el coche y no cometió ni un solo error", ha señalado el ingeniero de prestaciones de Red Bull Daniele Casanova . "Son test en los que no saben lo que prueban los demás, porque entre el más rápido y el más lento hay 25 km/h de diferencia, ya que algunos rodaban con KERS y otros sin él, otros con alerones y algunos sin ellos... pero nosotros teníamos un peso convencional, así que que Loeb estuviera en mitad de la tabla es muy impresionante. De hecho nos ha dado datos muy interesantes para analizar de los neumáticos, así que fue un test normal para nosotros", afirma.
Loeb es un tio francamente excepcional, a un nivel distinto al de Rossi, posiblemente opuesto. Yo le conocí en 2003, y mi compañero Alberto Gómez aún antes, yendo de rally en rally. En las asistencias, Sainz nos los lo decía: "este tío es el Schumacher de los rallies, es muy, muy bueno. Y no solo por lo rápido que es, sino porque además no falla nunca". Un talento tan salvaje como el del alsaciano, sin embargo no fue cultivado de niño. Como todo el mundo sabe, Loeb iba para gimnasta, de ahí su peculiar musculatura, y aterrizó casi veinteañero en los coches, con las copas de promoción y los desafíos. Fue como el pegamento y el papel.
No sé si esto desmitifica algunas leyendas urbanas sobre el talento infantil, o si, simplemente, es tan excepcional que es en sí mismo la excepción que confirma la regla. Pero Seb lo es. Dentro y fuera. El año en que se mató el copiloto de Marko Martin, Seb se negó a ganar la prueba, creo que era el RAC o el Rally de Japón, para no tener que celebrar el título mundial. Un deportista mayúsculo toma decisiones de ese tamaño y le queda bien. A otro le sentaría menos ajustado, pero a Loeb no. Como Sainz, viajaba con la familia a muchos tramos, y entre tanda y tanda apuraba un café con su padre charlando de esto y aquello. Tranquilo, afable, con la sonrisa pintada. Sin los histrionismos de Valentino, pero con ese mismo aura de deportista imbatible.
Loeb y Rossi ruedan en un F1 a 1.5 segundos de los grandes. Rossi lo hizo en Cheste hace casi tres años y ahora en Mugello, con y sin control de tracción. "Con mucho trabajo, podría haberme convertido en un buen piloto de Fórmula 1. Sé que es complicado afirmar si hubiera sido un ganador o no, pero el potencial estaba ahí, y aún está", dijo ayer. Para Stefano Domenicalli la duda es menor. Piensa que con tiempo y el Ferrari adecuado habría ganado carreras.
Loeb rodó hace un año a 1.5 de Kovalainen con el R27 y el pasado lunes en Montmeló el tío hasta estrenó asiento a su medida en el Red Bull. Quería hacerlo bien y se lo fabricó en Silverstone la semana anterior, donde rodó unas decenas de vueltas. Luego en el circuito catalán lo bordó, sin errores, y con ese octavo mejor tiempo. ""Al principio la adaptación cuesta, porque cuanto más rápido vas, más se agarra el coche, lo cual no pasa en rallies. Unas veces frenaba más tarde y otras demasiado pronto, eso es lo más complicado para el que llega nuevo y en lo que tendría que concentrarme, pero sé que hay más velocidad en mí con ese coche. Eso sí, no puedo mentir, no creo que haya un segundo de mejora", ha dicho Loeb, sincero como siempre.
Yo no sé si serían campeones, pero sí me encantaría que compitieran en Fórmula 1, no sólo por ese carácter tan antidivo que se traen los dos por el paddock, sino porque pondrían sobre el tapete 13 títulos mundiales. Viva el mestizaje.
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