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Clive Sinclair fue un ingeniero, inventor y empresario que tal vez influyera mucho en tu niñez o tu adolescencia. O en la de tus padres. Estaba empeñado en cambiar el mundo con su tecnología, y por medio de su compañía, Sinclair Radionics, creó el televisor portátil Microvision o la primera calculadora electrónica de bolsillo, entre otros elementos.
Pero el lanzamiento con el que realmente triunfó en muchos países, el nuestro entre ellos, fue el del mítico ordenador ZX Spectrum, que llegó al mercado en 1982 en versiones de 16K y 48K, primero en versión de teclas de goma. Si no lo conociste porque eres muy joven, pregunta a tus padres y verás cómo esbozan una sonrisa al recordarlo.
Demasiado avanzado a su tiempo
Pero Sir Clive Sinclair (recibió su título precisamente por el éxito del Spectrum) no se quedó solo en la informática, sino que también probó a modernizar la forma en que se movía la gente. Planteó un cambio de paradigma al lanzar en 1985 el Sinclair C5, un coche eléctrico, aunque a decir verdad no era en realidad un coche, sino más bien un triciclo para un solo pasajero.
Medía 1,74 m de largo, 74,4 cm de ancho y 79,5 cm de alto, por lo que ocupaba más o menos con un scooter actual de grandes dimensiones. Pero era infinitamente más liviano que cualquier otro medio de transporte motorizado, ya que gracias a una carrocería de polipropileno pesaba solo 30 kg sin la batería y 45 kg con la batería de 12 voltios instalada.
Hasta 24 km/h
El Sinclair C5 era en realidad un triciclo de pedaleo asistido eléctricamente, como lo son las actuales bicicletas para aquellos que quieren una 'ayudita extra'. Es decir, tenía pedales, además de un manillar en una curiosísima posición que al conductor le quedaba por debajo de las rodillas. En cuanto a su rendimiento, podía alcanzar un máximo de 24 km/h a riesgo de agotar rápido su batería, que ofrecía una autonomía máxima de 32 km. Y solo podía ir hacia adelante, porque carecía de marcha atrás.
Se comenzó a fabricar el 10 de enero de 1985 y solo tres meses después la producción se tuvo que reducir un 90% ante la baja demanda, ya que entre otros defectos (no tener capota, por ejemplo) estaba el peligro de no ser percibido por conductores que viajaran en camiones. Cuatro meses más tarde, en agosto, cesó la producción del C5. De las 14.000 unidades fabricadas solo se habían vendido unas 5.000.
El chasis era de Lotus
Lo curioso es que este avanzado y curioso vehículo tenía un sencillo chasis de acero desarrollado por Lotus, que por entonces tenía como estrella mundial a Ayrton Senna a los mandos de aquel monoplaza negro con la publicidad de John Player Special. Así que Sinclair encargó una versión con los mismos colores que el Fórmula 1 para entregársela al piloto brasileño, con el fin de que lo empleara por el paddock en los Grandes Premios y de paso le promocionara el invento.
Estamos seguros de que casi no debió emplearlo, porque de hecho no hay fotos del astro brasileño subido en aquel vehículo más que del día en que se lo entregaron. Y si, pese a su escaso éxito, el C5 se convirtió al instante en un objeto de culto (muchos de los que no se vendieron fueron comprados más tarde por inversores que posteriormente los vendían por precios de hasta 6.900 euros, cuando el precio en 1985 era de 460 euros al cambio), suponemos que esta unidad es la más codiciada de todas.
De momento, lo que sabemos es que está en Florencia, en concreto en el compra-venta Ruota da Sogno. Y el precio no lo quiere comunicar, aunque sí apunta que se puede comprar a plazos. Es decir, que barato no será.
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