Una Araña nacida para picar en el Bernabéu

Desde los 11 años en que pasó una prueba con el alevín, el Real Madrid sabía que Julián Alvarez estaba llamado a ser un jugador de clase mundial. Lo que no podían imaginarse en la casa blanca es que el Bernabéu iba a acabar convirtiéndose en uno de sus escenarios favoritos para soltar todo el veneno que lleva pronto. Y mucho menos que, tras su decisión de seguir desarrollándose en Argentina antes de dar el salto al Viejo Continente, sus señas de identidad iban a emparentarle más con el ADN del Atlético. Así lo demuestra, a los 25 y ya convertido en campeón del mundo y en el jugador bandera del Metropolitano, cada vez que pisa el feudo blanco.

Precisamente en el estadio en el que se estrenó en la Libertadores para directamente levantar el título es donde la Araña no para de tejer su tela a base de picotazos letales. En el derbi liguero silenció el Bernabéu con un penalti transformado a lo Panenka con el que dejó claro que, lejos de acobardarle, le encanta ser protagonista en la mismísima casa del gigante madrileño. En Champions volvió a demostrar la clase de delantero de talla mundial que ha conseguido reclutar el Atlético para dar un salto a otra dimensión.

Lo que parecía una jugada intrascendente acabó siendo otra obra de arte de Julián. Cogió el balón en el lateral del área, retrocedió mientras se acomodaba y dibujó una comba al palo largo que volvió a dejar a Courtois completamente impotente. Tras un comienzo difícil, el Atlético volvía a tomar aire con su fichaje más ilusionante desde Paulo Futre.

Un cholista de manual

Obviamente, el gol de Julián pasará a un museo de genialidades que se presume rebosante en los próximos años. Sin embargo, la capacidad del argentino para echarse el equipo a las espaldas va mucho más allá, siendo su humildad para trabajar un don más valioso aún que sus letales picotazos. De hecho, justo antes de limpiar las telarañas del portero belga había dejado dos sprints hacia su campo para frenar sendos avances de Vinicius y Brahim. Porque a Cholismo, con permiso de Giuliano, tampoco le gana nadie.