Los cambios. Cuándo y cómo hacerlos. La aparición de Koke tras el descanso había sentado de perlas al Atlético. Más allá de que la salida de Saúl resultara o no obligada, con el capitán sobre el césped el partido se convirtió durante media hora en monólogo sin premio. Lo de Pamplona en cuanto a ocasiones falladas, pero sin la ventaja que entonces se tenía. Suárez se la entregó de cabeza a Guilherme tras diablura de Joao cuando casi era más fácil ponerla dentro; el portero local negó dos veces al luso, zapatazo primero, testarazo después; Koke se estrelló con el larguero y el uruguayo con el fuera de juego en la continuación de la jugada... las ocasiones se fueron tal y como habían llegado. Sin traducción alguna.
Los cambios. Cuándo y cómo hacerlos. La doble aparición de Lemar y Vitolo resultó sin embargo funesta para los intereses rojiblancos, porque, consecuencia directa o no, coincidió con el regreso del Lokomotiv a un lado del campo, el que defendía el rival, en el que ni había estado ni se le esperaba ya. Una contra bien llevada por Zé Luís alimentó una sospecha después confirmada: más allá de que a Oblak le cuente día libre, el momento visitante había pasado. Para colmo el canario se lesionó, ni diez minutos llevaba, enfriando aún más un partido que definitivamente se le iba al Atlético por la gatera, complicando de paso la existencia continental. Europa no se merece, Europa se gana.
Simeone, que había sorprendido devolviendo a Saúl directo de la enfermería al césped, recuperaba para el once a Lodi y Luis Suárez. Un servicio templado del brasileño fue la noticia que dejó el primer cuarto de hora de partido. No parece gran cosa, y de hecho a Joao aún le faltaron un par de centímetros de altura o de salto para orientar el correspondiente cabezazo, pero es que para entonces el uruguayo ya andaba desesperado con los que trataba de poner desde el otro lado Trippier.
De repente Herrera monopolizó el litigio. Y viene dándose el caso de que el exceso de protagonismo no sienta del todo bien al mexicano. Ni a su equipo, que es peor. Efectivamente, igual asistió para el gol del Atlético que cometió penalti para el del Lokomotiv. Respecto a la primera de esas acciones, Giménez llegó desde atrás para picar un testarazo que era bueno, sí, pero ante el que además no anduvo especialmente rápido Guilherme. Respecto a la segunda, la decisión del colegiado, avisado por la tecnología, deja todas las dudas del mundo. Porque el balón fue del cuerpo al brazo, no al revés, y porque, centímetro dentro o centímetro fuera, todo eso venía a suceder sobre la línea del área.
Tampoco parece la mejor de las estrategias enfadar al del silbato mientras atiende a la pantalla: ni cotizaba que iba a dirigirse al punto fatídico a la que con muy malas formas mostró tarjeta a Suárez por arrimarse para dar la murga. Efectivamente, Miranchuk no tuvo otra que agradecer el presente para devolver las tablas. Herrera aún reapareció en el origen de la siguiente, pero el zapatazo lejano de Correa topó con el larguero. Así que la cosa quedó como estaba. Que no es lo mismo que como debía estar.
Dominaba el Atlético y se jugaba en tres cuartos, pero el ritmo cansino de la contienda no incomodaba entonces especialmente al Loko. Ellos, a lo suyo. Y si caía una contra, tan ricamente. Y si no caía, también. Trippier explicará algún día el motivo por el que frenó de tacón una jugada en la que Joao lo había plantado ante puerta, así que ocasión como tal apenas hubo ya una volea desviada, pero que muy desviada, de Suárez a servicio de Trippier. Mira tú por dónde, por fin lo había encontrado. No hay constancia de que devolviera reproche alguno ante el pésimo remate del 9, el caso es que se llegó al descanso con una sensación extraña, la de que aquéllo no circulaba conforme a los deseos rojiblancos.
Luego apareció Koke. Luego se desató Joao. Luego se negó el gol durante un buen rato, luego ya no hubo modo de llegar a él. Luego salió caprichosa la estadística que afirma que el Atlético no pierde en Moscú y que tiene razón, pero que no atiende al incontrovertible hecho de que empatar puede ser perder. Que su equipo juegue en la capital de la Madre Rusia ya viene a ser para Simeone como que lo haga en Sevilla, Valencia o Bilbao, cita obligada cada temporada, varias horas de avión en lugar de una y asunto apañado, pero esta vez no hubo cordura en casa del Loko. Después de las tablas, toca remar. Y tanto que toca.