Ni un solo tiro a puerta jugando en casa. Así se escribe la historia. La puesta en escena del Atlético en este campeonato fue un espejismo, definitivamente: se sospechó ante el Huesca, se confirmó frente al Villarreal. Porque no se trata sólo del empate sin goles, sino de que no hay otro resultado posible, al menos mejor que ése, si no pruebas una sola vez al portero rival. Cuenta día libre para Asenjo, al que no exigió Suárez, al que no exigió después Costa, al que no exigió absolutamente nadie. La estadística, esa mentirosa, aún asegurará que el equipo rojiblanco hace dos dianas por partido en esta Liga. La clasificación ya va diciendo otra cosa.
Con Simeone y Unai por medio, el primer partido se jugaba en la pizarra. No estaría de más, por cierto, que alguien la utilizara para explicar al técnico del Villarreal cómo se utiliza la mascarilla, aunque ésa sea otra historia. Apareció el Atlético con Thomas como boya y Suárez como referencia para que otros cuatro jugadores flotaran entre ellos, pero el hecho de que Joao tendiera hacia la izquierda derivó enseguida en que Mario le pusiera las esposas. Apareció el Villarreal por su parte con un dibujo que dependía de Moi Gómez, centrocampista en fase defensiva, delantero en ataque, exuberante en el despliegue.
La sobredosis táctica derivó en encuentro de alternativas en el juego y de sequía en las áreas. Jugaba bastante mejor el Villarreal cuando le tocaba hacerlo, pero la aportación de Gerard Moreno servía como ejemplo de lo que se ventilaba en el césped: regaló el catalán una colección de controles orientados y pases con intención, aderezados incluso con algún caño, pero todo eso lo hizo en la zona de tres cuartos y sin que por ello olvidara la faena defensiva a la que agarraba la pelota el rival. El verdadero peligro amarillo al descanso se había limitado a un disparo diagonal y lejano de Mario que permitió lucirse a Oblak.
Ésa del Villarreal ya era en todo caso una más que las ocasiones del Atlético. Absolutamente nada que llevarse a la boca, como ya sucediera en Huesca, con Suárez observando desde la distancia y con el mediocampo entregado a la posesión traducida en toque insulso. La aportación de los laterales era nula también, y resulta significativo en ese sentido que todas las alternativas para cerrar la plantilla rojiblanca en este mercado obvien parece que definitivamente el hecho de que por segunda campaña consecutiva sólo hay un carrilero izquierdo: Lodi se ha chupado los 270 minutos de los últimos días sin que nadie se dé por aludido y sin que él deje de notarlo.
El segundo tiempo comenzó con otra ocasión de Mario. Que se sepa, sigue siendo lateral. Gerard lo plantó ante Oblak, entre otras cosas porque Saúl no entendió conveniente seguir la marca, pero el meta volvió a sacarla. Durante un rato sería la última noticia del Villarreal en campo rival, porque el Atlético fue ganando metro a metro con pico y pala. A falta de claridad, al menos intensidad. Ocasiones no, sería mucho pedir. A la hora de partido llegó al área visitante una pelota razonable desde banda, por fin, así que Asenjo vivió la primera dificultad de la tarde. Y una de las últimas.
El Cholo había tardado más de lo habitual en introducir cambios, así que por recuperar el tiempo tiró de triple: Carrasco, Llorente y Costa al campo. Entre los que se marchaban, sorpresa: Suárez. Con carita, por cierto. Entre los que se quedaban, sorpresa: Saúl. Otro que lo juega todo. Más llamativa aún fue la cuarta sustitución: fuera Joao, dentro Herrera. Al mexicano se le busca pero no se le encuentra salida. Y ahí estaba. Emery tuvo suficiente con refrescarse arriba, Chukwueze por el desaparecido Alcácer, porque la entrada de Kubo en la recta final fue a beneficio de inventario. En el minuto 90 la tuvo Gerard. Era el que merecía premio suponiendo que alguien lo mereciera. Pero no: a cero. Otra vez a cero.