Cantaba el maestro Sabina aquello de "prefiero la guerra contigo al invierno sin ti", y hete aquí que el Atlético de sus amores ha ido a la guerra alineado tras Simeone para proclamarse campeón de invierno. No tiene efectos prácticos, cierto, pero a ver quién es el guapo que lo desprecia, más que nada porque supone verse en lo más alto de la clasificación superado el ecuador de la Liga y tratándose de un equipo que hace poco más de dos meses deambulaba a diez del líder y con más dudas que certezas. 14 victorias después, ocho de ellas en el campeonato doméstico, El Cholo ha vuelto a salirse con la suya.
Ganó el Atlético de aquella manera, dejando a Osasuna con la duda eterna de los rivales rojiblancos, qué habremos hecho mal para irnos de vacío. Los dos partidos de 2025 se han liquidado rindiendo culto al 'unocerismo', con el añadido en este caso de la pizarra, ésa que durante tanto tiempo nos contaron era cosa de uno que ya no está, ésa a la que en todo caso se sigue acudiendo cuando resulta menester. Esta temporada, por ejemplo, con el saque de esquina en corto: Griezmann la puso por fin tras pared con De Paul, para encontrar a Lenglet en el segundo palo y que éste a su vez hallara a Julián en el corazón del área. Ni un pero se puede poner a la acción ofensiva.
El resto fue aguantar media hora larga de tirón, en la que el míster visitante fue tirando por fin de los que no había tirado antes (Moncayola, Aimar, Budimir...) y Osasuna dio un paso adelante que apenas se tradujo en ocasiones aunque sí en dominio (y en un penalti que reclamó Rubén García), suficiente en todo caso para que el Metropolitano viviera con la mosca tras la oreja y pendiente de un accidente (que no se produjo) hasta la conclusión. El partido parecía demandar mediocampo desde la óptica local, pero Simeone prefirió a Llorente o Correa antes que a Koke e incluso dejó dos cambios en el limbo, con, entre otros, el héroe de Montjuïc sin un solo minuto. Es lo que hay, Sorloth...
En clave rojiblanca, sonaba demasiado bonito para ser verdad. Gol del 7 en el minuto 7 después de una excelente combinación argentina entre De Paul, Giuliano y Molina. Efectivamente, el gozo del estadio en un pozo: uno de los múltiples Munueras que pueblan el arbitraje español reclamó desde la tecnología la atención del colega con silbato para apuntar que Griezmann había rematado con el codo después de adelantarse a Catena. Si la pantalla no lo aclaraba del todo, la ausencia de reclamaciones locales parecía justificar la decisión final.
Siempre atiende el personal a otro tipo de acciones, normal, pero del nivel que tenía la dirección de partido dio fe minutos después una de esas jugadas que pasa prácticamente inadvertida y en la que se permitió sacar en campo de Osasuna lo que se había indicado como fuera de juego de Osasuna. En esas manos anda la Liga. A todo esto, y dentro aún del primer cuarto de hora, una cabalgada de Giuliano había derivado en un remate flojo de Julián al que hizo los honores Sergio Herrera.
Anulado el gol, desaprovechada la ocasión, el Atlético se fue diluyendo. Osasuna había dispuesto un partido con más pausa que vértigo, pendiente de mantenerse en el mismo hasta que apareciera la primera unidad, pero es que además contó con una inesperada aquiescencia, la rojiblanca, que se concretaba una vez más en falta de presión defensiva y lentitud de circulación ofensiva. Herrando pudo hurgar en la herida, aprovechando un servicio de Moi con la zurda y una salida hacia la nada de Oblak, pero su cabezazo se marchó desviado.
El Atlético es además un equipo asimétrico en el sentido de que genera mucho más por la banda que recorren Nahuel y Giuliano y a la que atiende De Paul que por la que se manejan Galán y Gallagher con el supuesto auxilio de Barrios. El resto del primer acto apenas dejó un testarazo inofensivo de Julián y un disparo lejano de Ibáñez en lo que Herrera vacilaba al ínclito Díaz de Mera, eternizándose sin consecuencias cada vez que tenía que hacer un saque. Aquello se tradujo apenas en un par de minutos de prolongación. Por extraño que sonara entonces, nadie parecía tener demasiadas ganas de permanecer sobre el pasto. Poco después de la reanudación, llegó la diana. Y con ella, los tres puntos. Y con ellos, el campeonato de invierno. La pizarra, al fin y al cabo, siempre ha sido buena para esta estación.
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