Convendría que de una vez por todas se evaluase como corresponde el perjuicio inmenso de los clubes cuando ceden jugadores a las selecciones y caen lesionados. Un seguro no ite como variables una posible eliminación en Champions o una derrota decisiva en Liga que, a la postre, puede costar el título. Hecha esta aclaración previa, el caso de Ronald Araujo es digno de estudio. El central u
ruguayo cayó roto a los pocos segundos de un amistoso frente a Irán. Dicen los culés que innecesario, dicen los uruguayos que importante. Sobra decir que él no quería romperse. O no, en vista de las reacciones al conocer el alcance de su rotura y las dos opciones que se abrían para la recuperación. Por un lado, la vía conservadora o supuestamente compatible con el Mundial, y de otro la radical que 'garantizaba' que no habrá recaídas (todo lo que se puede garantizar en medicina, que esa es otra).
El chico barajó no pasar por el quirófano y le cayeron palos como si no costara, tachándole de egoísta y de desagradecido con el Barça, en palabras de horario infantil.
En primer lugar, los plazos que se manejaban no aseguraban a Ronald llegar a Qatar en perfectas condiciones. En segundo lugar, no tenía por qué repetirse un
nuevo caso Umtiti
, que esquivó el quirófano para jugar (y ganar) el Mundial de Rusia y no ha vuelto a rendir como entonces. Un precio tan alto que el propio defensa francés jamás creyó pagar. Y en tercero, es perfectamente legítimo considerar el quirófano como el último recurso. En el mismo vestuario del Barcelona también hay un buen ejemplo de intervención que no fue como se esperaba. La decisión de Ansu Fati de optar por una vía conservadora llegó tras ser operado y no quedar satisfechos precisamente con el resultado.
Habría que ver si todos los que criticaron a Araujo se habrían operado sin dudarlo ni un solo instante. Que
somos todos muy valientes con las rodillas ajenas.
PD:
Hay manuales de coaching que afirman que la excelencia, en el deporte y en la empresa, es incompatible con la generosidad. El mejor es egoísta, se siente por encima de los demás y trata a los rivales como enemigos a los que odiar. Es la competitividad feroz que dura hasta hacer desaparecer la competencia. Una teoría destrozada por
Federer y Nadal
, en otro gran servicio a la sociedad.
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