Busquets controla el balón en un partido del reciente Mundial.
Se puede ser grande sin hacer goles, sin ejecutar regates y sin desplegar una parafernalia de filigranas sobre el césped. Ese es el mejor aval de Sergio Busquets, que deja la selección española tras más de una década como el mejor agente de circulación del balón que ha vestido esa camiseta.
En la época dorada del toque, dejó la brillantina para Xavi Hernández, Iniesta, Silva o Cesc. Cuando Del Bo
sque se atrevió a mezclarlo con Xabi Alonso emergió una pareja sin contestación posible. Busquets era el guardaespaldas ideal para todos ellos. Si se le anulaba o se resfriaba España iba a pasar una mala tarde.
Su principal mérito fue llevar el balón donde todos pensamos que había que trasladarlo. Busquets
ha sido un monarca de la sencillez, de buscar la mejor solución para el atasco, de saber cortar el cable rojo del sistema rival. Llegó con discreción, impulsado como un descubrimiento de Guardiola, y
cautivó a Del Bosque
, que le iraba y le veía como un maestro en la posición en la que él ofició su carrera como futbolista.
Un especialista en la materia
El mediocentro es una posición de especialistas
en la que caben todos los estilos, desde Fernando Redondo a Guardiola, desde Mauro Silva a Dunga. Desde ahí Busquets ha construido una finca en el corazón de la selección española.
Su capacidad para la colocación
hacía parecer que existía más de un Busquets en el campo. Si daba más de un toque era síntoma de que existía un problema.
Como último símbolo de un estilo
a Busquets, un deporte nacional, se le veía acabado cada media hora. Luego, tomaba el mando y callaba bocas. Qatar le llegó lejos de su mejor momento. Este futbolista de época dorada merecía otra despedida. Se le debe un homenaje.
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