SEVILLA FC

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El Sevilla mira al futuro mientras se derrumba su presente

El equipo de Diego Alonso involuciona en su juego, no gana nunca y ya pocos confían en el uruguayo

Diego Alonso saluda a Manuel Pellegrini.
Diego Alonso saluda a Manuel Pellegrini.EFE

El Sevilla quiere construir un proyecto importante sobre la figura de Diego Alonso. Que el entrenador uruguayo deje un "legado" en el Sánchez-Pizjuán (va camino de dejar dos más que uno...). Este tipo de manifestaciones o pensamientos siempre deben ser aplaudidos, como el día que Monchi le firmó tres años a Lopetegui y más del 90% de la afición del Sevilla puso el grito en el cielo. Cuando se apuesta por algo o alguien, se apuesta. Sin medias tintas. Alejando el temor de esa máquina de insatisfacción continua que es el fútbol cuando se gana poco. Sin embargo, siento que hay un error de base y es que Víctor Orta no ha caído que su proyecto está a medio hacer. O simplemente está colocando la semilla, debiendo demoler antes que construir. La limpia del Sevilla bicampeón de la Europa League con esta generación no ha hecho más que empezar. El año o años de transición deberían emanar del propio club, presentarlo con cierto punto de sinceridad (es una realidad palpable), dejándose de metas irrealizables con una plantilla amortizada hasta decir basta. Pero como la sillón presidencial suelta una descarga eléctrica cada tres días (cuando hay partido) y nadie posee la fuerza necesaria para dirigir como es debido, por esa guerra de poder que parecen querer eternizar hasta que todo salte por los aires (hoy Del Nido padre soltará otra retahíla bravatas que no sirven de nada mientras no pueda votar). Todos quieren el Sevilla y, quizás, al Sevilla. Pero a ninguno parece importarle.

Ya puse hace un tiempo (con Pablo Machín en el banquillo) un ejemplo de club (curiosamente sin el que echaron a patadas) como una lujosa mansión con sillas de playa. Mucho brillo exterior cuando se mira a lo lejos o en fotos trucadas de Instagram, pero...la pared está desconchada; la piscina sucia y con tres bolsas de plástico arremolinadas; todos los grifos gotean; el suelo está polvoriento, rayado y por algunas zonas hasta levantado; hay casquillos de bolbillas como única iluminación; y la escalera se ha quedado sin barandilla. Una monada de mansión, chiquillo. Todos la iran en la lejanía. Si no quieres ni asomarte, cómo vivir en ella. Por esto mismo explicaba que la decisión de colocar a un técnico que no se sabe bien si es carne o pescao por su inexperiencia en la élite europea era un riesgo difícil de asumir. Y lo sigue siendo. Porque el club señaló a su director deportivo con esta elección, quien de momento no debe rendir cuentas ante el siempre apasionado hincha. Nadie le echa la culpa. Ha cogido un proyecto, digamos, que viciado. No obstante, si Diego Alonso no se come los turrones, algo que sinceramente contemplo, le tocará levantar la mano como el jugador de baloncesto que hace una personal. Y mientras el equipo mira al descenso con disimulo. Como si realmente esta película no la hubiese vivido. Hemos quedado en que eran dos legados, ¿no? Pocos me parecen para las veces que el Sevilla tropieza en la misma piedra. Elegir mal. Porque se obvia siempre la misma variable. Tú puedes ser muy bueno aquí y no serlo a 300 kilómetros o 3.000 en otro club distinto. ¿Por qué? Porque todo suma en la vida. Y dentro del Sevilla, resta. Mira al futuro sin descuidar el presente, no vaya a ser que te quedes sin ese futuro que dibujas en la mente como un castillo en el aire.

Está bien pensar que se tiene mejor plantilla que el año pasado. Puedo comprar ese argumento. Veo que hay más donde elegir. Aun así, el cadáver futbolístico que apenas pudo competirle al Betis es, supuestamente, lo mejor que puede poner el entrenador encima de la hierba. O eso pensará él, supongo. Porque algunas elecciones de inicio fueron de acudir al estadio con mala cara. Los cambios (por sexto partido) tampoco le ayudaron. No repitió lo de Londres, al menos, ya que eso se consideraría buscar el finiquito sin disimulo. Regreso al origen, entiendo que el Sevilla es mejor que el del año anterior, donde sufrió como un perro para salvarse, y levantó un título. La clave es que donde está peor es en la persona que toma ahora sus decisiones. Repito, no sé si Diego Alonso ganará una Champions dentro de cinco años en otro equipo. O la UEFA le dará el premio al mejor entrenador del año. Lo que es ahora, hoy 13 de noviembre, no es la solución para los problemas futbolísticos del Sevilla. En seis partidos se ha equivocado lo mismo o más que técnicos en toda una temporada. Encima habla de estar invicto en Liga. La broma se escribe sola. No ha ganado un solo partido relevante. Y la única verdad es que el equipo está peor que cuando lo soltó Mendilibar ante el Rayo, que venía de competir y hacer un partido más que decente en Eindhoven. Pero en Nervión las prisas se tienen para lo que interesa. 'Víctor, corre, que nos hemos cargado al héroe de Budapest que casi nos trae otro título de Atenas y necesitamos un entrenador. Baratito y con contrato hasta junio'. El retrato robot no podía ser más desalentador. Porque si algo enseña el fútbol es que los entrenadores de primer nivel lo son por algo. Los principales artífices de los buenos y malos momentos. Y para un incendio de las magnitudes del Sevilla, siempre buscar al mejor bombero, no al que te recomiende tu suegro de una vez que se le pegaron las lentejas y salía mucho humo.

En definitiva, el Sevilla se ha metido él solito (¡otra vez!) en un lío de dimensiones descomunales. Se echó al primer entrenador sin, objetivamente, argumentos de tanto peso para hacerlo. No se creía en él. Adiós. Cuando ni el principal afectado se lo espera es por algo. Se ha firmado a otro sin experiencia y que no para de dar palos de ciego. Que si salir con la pelota jugada para terminar dando un pelotazo a un delantero rodeado por cuatro. Si el Sevilla hizo un buen partido en el estreno del uruguayo ante el Real Madrid, todo lo que ha venido después es el peor efecto gaseosa posible que he visto. Como las que compras de marca blanca, que le dura el gas cuatro segundos desde la primera apertura. El Sevilla involuciona a pasos agigantados. Menos Soumaré, Badé y Rakitic, el nivel del resto es de hacérselo mirar. Si don Ivan vuelve a ser capitán general, malo. No por él, que es un futbolista top, sino porque el resto debería al menos haberse acercado algo a su nivel de los 35 años. El derbi deja nuevamente herido al proyecto del Sevilla, Víctor Orta y Del Nido Carrasco. Se habla de tiempo, legados y paciencia. Lo vuelvo a comprar. Siempre y cuando sientas realmente que no te has vuelto a equivocar en la elección del entrenador. 'Mientras la gente piense que tenemos una mansión de lujo, qué importa cómo vivamos dentro'. Y así es este Sevilla 2023-24. A tentarse la ropa. No queda otra.

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