David Puig, 23 años, dio un salto considerable el año pasado. Era su segunda temporada profesional y aunque en el LIV le costó, especialmente en la estadística de greenes en regulación, sus actuaciones fuera del circuito en el que defiende los colores de los Fireballs fue altamente provechoso. Jugó todos los grandes salvo el Masters, aunque no al nivel deseado, y entre octubre de 2023 y febrero de 2024 ganó dos Series Internacionales del Asian Tour, además de perder en un desempate en Macao.
Esto se tradujo en la segunda plaza para entrar en los Juegos Olímpicos de París y en una escalada en el ránking mundial, que ya le ha situado en el puesto 77 -hace menos de dos años era el 1.000-, lo que le deja con pie y medio en el PGA Championship, el grande que más condescendencia muestra con el nuevo circuito como lo demuestra que ha invitado a Sergio García, y al que suelen acceder los 100 primeros de la clasificación mundial.
"Los dos últimos torneos que he jugado, tanto en Ras al Khaimah como en Bahrein estoy contento por los resultados. He estado muy cerca de esa primera victoria en el DP World Tour", apunta el de La Garriga, que aún se ilusiona con una mínima posibilidad de que pudiese jugar el Masters de Augusta en abril. "Técnicamente aún podría estar al alcance, aunque creo que sólo voy a jugar un torneo más de los que puntúan para el ránking mundial que va a ser Macao, del Asian Tour. Espero que con una victoria me valiera para entrar en el top 50 y si no, espero hacerlo bien aquí y llamar la atención de los de Augusta".
Puig, el vecino discreto de Jon Rahm en Arizona, con el que se entrena a veces como si fuera un hermano mayor asiste ahora a la llegada al equipo de Luis Masaveu, 21, lo que le quita la condición de benjamín. La afinidad de edad seguramente atraiga la complicidad. "De momento tampoco me ha preguntado mucho. Es un chaval superlisto, sabe muy bien lo que hace, muy trabajador. Las dudas las consulta con nosotros, pero se le ve muy experimentado para lo joven que es. Creo que lo va a hacer muy bien".
La nueva experiencia de jugar por la noche -"no lo había hecho en mi vida"-, también es un reto para el 'fireball'. "Es diferente. La percepción de cómo ves la vida, juzgar ciertos lies alrededor de los greenes o muchos segundos tiros, las caídas... Todo es diferente. Además de que al haber menos temperatura va más corta. Así que habrá que entrenarse bien para afrontarlo".
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