Por el camino difícil, al estilo que ha caracterizado su carrera, que ha necesitado de dosis de emoción siempre, como cuando se equivocó de huso horario el día de los individuales de la Ryder Cup de Medinah en 2012 y tuvo que llegar al campo con la policía abriéndole paso, Rory McIlroy esculpió su rostro en el Monte Rushmore del golf, donde se exhiben los rostros de Gene Sarazen, Ben Hogan, Gary Player, Jack Nicklaus y Tiger Woods, los únicos que tenían todos los grandes.
Hay un poder de seducción especial en la nueva leyenda. Quizás tenga que ver con una singular habilidad para mostrar humanidad, con y sin los palos, en un deporte mecánico y que muchas veces logra que parezca fácil. Pero sus equivocadas decisiones estratégicas tantas veces, su tendencia a emocionarse en las victorias, el domingo, y en las derrotas, basta recordar la Ryder de 2021, le hacen único. Si en 1997, la victoria de Tiger Woods inspiró a una generación, la de Rory, a querer ser como él; seguramente estemos ante otro momento trascendental del golf.
Rory ha caído en el lado bueno de la historia. En su enfrentamiento con Bryson DeChambeau era Batman. El Joker, DeChambeau, contó mientras se celebraba el desempate que McIlroy no le había dirigido la palabra en todo el partido. Pero nadie le hizo caso. Protagonizó con absoluta pulcritud el papel del perdedor. Todos los que le respaldaban en el tee del hoyo 1 y que se multiplicaron después del hoyo 2 cuando fue un lider ocasional, terminaron abandonándolo para sumarse a la fiesta del norirlandés.
Hasta en eso es un vencedor. Se ha significado como un campeón universal. La versión irlandesa de Nadal, querido en su versión doméstico tanto por los del Norte como por los del Sur. DeChambeau terminó en la noche de Augusta jugando en un putting green con unos aficionados. Fuera de la escena. Aunque un gesto maravilloso.
En su discurso con los periodistas, se vio a un tipo aliviado. "He llevado esta carga durante once años", contó. El deporte tiene un lado perverso detrás de la cortina. Hoy Rory presume de tener los cuatro grandes, sí. ¿Pero qué hubiese sido de su vida si no hubiese ganado la chaqueta verde nunca" data-ue-is-mobile="false" style="display:none">
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