París es una ciudad que madruga bastante, pero Alejandro Blanco (Orense, 1950), mucho más. A las 7:30h, apenas tres horas después de haberse acostado, el presidente más longevo del Comité Olímpico Español (19 años en el cargo) abandona su espartana pero funcional habitación 216 de la Casa de España para iniciar su intensísima jornada. Una luz azulada clarea el bucólico parque de la Ciudad Universitaria donde está instalado el cuartel general de la expedición y que es su 'domicilio' durante estos frenéticos días, rechazando la opción de alojarse en cualquier hotel de cinco estrellas. Ahí se reúnen todos al caer la tarde: deportistas, presidentes de federaciones, periodistas, invitados... "Ahí comentamos la jornada, celebramos juntos los éxitos y juntos también los desencantos".
Una agenda rebosante
La rebosante agenda del día se inicia en la instalación de Porte de la Chapelle, para ver jugar a Carolina Marín. El chófer, David Arlanza, surfea por las calles de París en un discreto Toyota gris con matrícula española. La capital sa tiene habilitado un carril olímpico sólo para vehículos acreditados, con multa de 135 euros para quien lo use sin autorización. Blanco aprovecha el trayecto para hacer llamadas, una tras otra, y escribir whatsapps, uno tras otro. 28 de las 32 federaciones olímpicas están presentes en París. 382 deportistas (192 mujeres y 190 hombres) más otro centenar de profesionales que dan asistencia y trabajan en la sombra para que todo funcione. Alejandro es la máxima autoridad al frente de esa gran familia. "Somos el colectivo más cohesionado y así nos lo reconoce todo el mundo".
Donde compita un español
El domingo fue la fecha elegida para elaborar este reportaje. Vivir 24 horas pegado a Alejandro Blanco para contar cómo es un día cualquiera en la vida del presidente del COE durante la cita olímpica. "No hay muchos capaces de seguirle el ritmo al presidente", me advirtieron al plantear la idea. Tenían razón. Blanco es, con seguridad, el dirigente que va a más eventos deportivos durante los Juegos. Allá donde compita un deportista español quiere estar. Evidentemente resulta imposible llegar a todo, el torneo olímpico es inabordable, pero él abarca muchísimo gracias a su ritmo frenético, día tras día. Incansable.
Aparece Carolina Marín en la pista. Blanco sigue el partido con intensidad desde el palco, donde también están la ministra Pilar Alegría, José Manuel Uribes, presidente del CSD, Juan Antonio Samaranch, miembro del COI y varios presidentes de Federaciones.
Un momento dramático
Celebra cada punto, comenta detalles de las jugadas ("Carolina está dando una clase magistral de bádminton"), se levanta a veces como un resorte para animar a la onubense. "¡Vamos Carolina!", grita, usando sus dos manos como altavoz, para que el aliento llegue con más fuerza a la pista. La española tiene el pase a la final prácticamente sentenciado cuando, de repente, cae al suelo y un escalofrío se apodera del pabellón. Se duele muchísimo de la rodilla. Todo el mundo contiene la respiración. Angustioso silencio.
Alejandro Blanco se entera de la gravedad al instante. Nacho Casares, fotógrafo del COE, a pie de pista, escucha a Carolina decirle a su entrenador, desconsolada en el suelo: "Fernando, no puedo, me he roto". Diligente, Casares llama a Estefanía Rey, la directora de comunicación del COE y ésta se acerca hasta el sitio de Blanco y le informa discretamente al oído. Con gesto adusto y el corazón encongido, Blanco observa el intento de Carolina de seguir en pista. Imposible. No puede. Se retira.
Sin pensárselo dos veces, abandona el palco, su sitio ya no está ahí, y sale raudo hacia el vestuario. Es el único que lo hace. Guiado por David Cabello, de la Federación internacional, atraviesa los laberínticos pasillos de la instalación hasta llegar a la sala donde Carolina derrama lágrimas de forma inconsolable. Alejandro se funde en un sobrecogedor abrazo con ella y también llora. No hablan. Sólo lloran. También la madre, Antonia, y Fernando, su entrenador. Lágrimas de rabia, impotencia y pena infinita. Una estremecedora escena de íntimo dolor compartido.
A su lado
"Hay veces que notas que el alma te sangra", comenta Blanco ya en el coche, roto emocionalmente. Ha estado junto a Carolina, a su lado, todo el tiempo necesario hasta que un vehículo oficial se la lleva a la Villa tras la primera exploración médica. "Qué injusto es esto, no hay derecho, este dolor no lo superan ni 50 medallas. Estaba dando una clase de cómo se juega... y de repente te caes al infierno. Eso sí te digo: Carolina ha alcanzado hoy la categoría de leyenda eterna".
Qué injusto es esto, no hay derecho, este dolor no lo superan ni 50 medallas. Eso sí te digo: Carolina ha alcanzado hoy la categoría de leyenda eterna
"Tenedme al tanto"
La dramática lesión ha trastocado amargamente los planes. Blanco replantea mentalmente la agenda: ya no da tiempo a pasarse por el golf (habla por teléfono con el padre de Rahm para desearle suerte) ni por el hockey (lo mismo con el presidente de la Federación, al que emplaza junto a sus jugadores para verse por la noche). Nos vamos directos al tenis. David conduce entre los fascinantes edificios parisinos, con sus fachadas color crema y sus hechizantes tejados negros.
Blanco no mira el paisaje, concentrado en sus llamadas. Quiere estar muy al tanto de cada competición, de la actuación de nuestros deportistas y sus lugartenientes (Tola, Leyva, Víctor, Cayetano...) le mantienen informado. Llama también al presidente de la federación de boxeo, a punto de sumar una medalla y pone un post de ánimo a Carolina: "Seguiremos caminando juntos".
A las 11:45h, mientras llegamos a la mítica pista Philippe Chatrier, abre una bolsa de frutos secos. No ha desayunado y es su primera 'comida' del día. Unas calorías al menos para soportar el ritmo trepidante.
Pase de familia olímpica
Ataviado con indumentaria oficial de la expedición española, polo rojo, pantalón de chándal azul y zapatillas rojigualdas (los protocolos de vestimenta en los Juegos son muy flexibles y resulta un signo de complicidad con los atletas que los dirigentes vayan vestidos con prendas deportivas), la acreditación que porta en el pecho (con una distintiva y exclusiva 'O' reservada para las principales personalidades)le va abriendo todas las puertas de forma ilimitada.
Los siempre amables gendarmes (el despliegue policial por todo París es abrumador) y los simpáticos voluntarios (hay más de 45.000 trabajando en esta cita olímpica) le indican el camino para entrar en esta instalación. Accede a todas las sedes por las puertas destinadas y señalizadas para la 'Familia Olímpica'.
Salita privada
Desde una salita privada del estadio de Roland Garros se pasa medio partido de Sorribes y Bucsa resolviendo por teléfono trámites necesarios en el asunto de Carolina Marín. (Entre otros, la gestión de un pase para que la madre de la onubense pueda acceder a la Villa Olímpica para estar con ella). Ve a las tenistas ganar el bronce. El sol vuelve a salir. Departe unos instantes con el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, con quien se encuentra en el palco, y aplaude puesto en pie la salida a la pista de Carlos Alcaraz y Novak Djokovic.
Ha sido un partido épico, de los que se ven una vez en la vida (...). Carlitos ha hecho puntos mágicos, pero Djokovic tenía un inmenso hambre por ganar este partido
Una vez en la vida
Durante el partido cruza varias veces la mirada con Alcaraz, que de vez en cuando se da la vuelta y mira hacia el palco. La final resulta ser un partido fabuloso. "Ha sido un partido épico, de los que se ven una vez en la vida". El serbio resulta ganador "porque quizá ha aguantado mejor la presión. Carlitos ha hecho puntos mágicos, pero creo que Djokovic tenía un inmenso hambre por ganar este partido".
Pausa para 'comer'
El conductor nos recoge en la puerta. Blanco desdobla un folio donde tiene anotado el programa completo del día con participación de deportistas españoles. "Vamos al beach volley".
Una vez llegados a Champ de Mars, posiblemente la más bella sede de estos Juegos, con una portentosa vista de la Torre Eiffel presidiendo la arena, Blanco propone comer algo. Son las seis menos cuarto de la tarde. Ofrece entrar en algún bistrot de la zona o tomar una coca cola y una bolsa de patatas fritas. "Lo que tú prefieras", le digo. Y nos tomamos una refrescante lata y unas chips sentados en un sencillo banco de un parque. "Este es el menú casi todos los días del presidente del COE", me explica. "Bueno, por lo menos nos lo estamos tomando a la sombra de la Torre Eiffel", le respondo.
Desde siempre (así ya en su época previa como presidente de la Federación de judo, 1993-2005), Alejandro Blanco ha entendido la labor de la Prensa y ha mantenido una magnífica relación con los medios de comunicación. Conoce prácticamente a todos los periodistas por su nombre y mantiene con ellos un trato cercano. En París se va cruzando a lo largo del día con muchos de los enviados especiales. Hay alrededor de 250 periodistas españoles cubriendo 'in situ' estos Juegos Olímpicos. Se percibe también que todos ellos tratan al presidente del COE con enorme respeto y consideración.
Amigo de los deportistas
Pero el punto fuerte de Alejandro Blanco, ahí donde resulta verdaderamente imbatible, es en su relación con los deportistas. Firme defensor de la independencia del Movimiento Olímpico y aliado constante de todos los presidentes de Federaciones (que le respaldan de manera clamorosa:156 votos a favor y 7 en blanco en su última reelección), es la relación que mantiene con los deportistas uno de los aspectos más llamativos de su largo mandato. Hasta el punto, que el anterior presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge, llegó a preguntarle en cierta ocasión:"¿Por qué te quieren tanto los deportistas?"
A pie de pista
En la pista de voley playa, la tensión competitiva sobre la arena contrasta con el jolgorio y la diversión en la grada. Liliana Fernández y Paula Soria, aún sudorosas, se abrazan cariñosamente a Blanco a pie de pista, quien nada más acabar el partido había dejado el palco para llegar a la arena atravesando los intrincados vericuetos de la instalación.
Tras cuatro participaciones en los Juegos, Liliana se despide. Es un momento muy especial para ella y la embarga una lógica emoción. Y Blanco está ahí. A su lado. Con seguridad, ahí está la respuesta que demandaba el expresidente Rogge.
Cita con los medallistas
A medida que avanza la tarde, el tráfico parisino se va intensificando. Francia ha invertido 8.200 millones de dólares en estos Juegos y, según el embajador de nuestro país, Victorio Redondo, "la sensación es bastante satisfactoria". Hay 206 países en liza (en los Juegos parisinos de hace justo cien años participaron sólo 44 naciones) y los deportistas españoles son bastante aclamados en muchos estadios.
Precisamente, nuestro siguiente destino del día (son las 19:30h) es regresar a la Casa de España en la Cité Universitaire, donde se espera la llegada de varios de nuestros medallistas.
El Collège d'Espagne, un espléndido edificio inaugurado en 1935, situado en el bucólico recinto internacional de la Cité Universitaire, que se extiende a lo largo del Boulevard Jourdan, está engalanado cuando aparcamos frente a la puerta. Tres policías nacionales, componentes de un contingente de 313 efectivos (junto con agentes de la Guardia Civil) enviados por nuestro país para colaborar en tareas de seguridad, reciben amistosamente a Alejandro Blanco. Los empleados del COE revolotean por el edificio mientras también van llegando deportistas, dirigentes federativos, periodistas e invitados. La laboriosidad es palpable.
Incesantes llamadas
Durante el trayecto han continuado las llamadas ("¿Cuántas? Ni idea. Muchas, muchísimas") y el incesante teclear de mensajes. Habla con Carolina Marín. "Ya está un poco más tranquila, pero el golpe para ella ha sido durísimo". Blanco no cree que la posibilidad rumoreada de un bronce honorífico sea la mejor opción. En su lugar propone "algo más razonable", un reconocimiento mundial de la Federación Internacional y del COI que promoverá el propio Comité Olímpico Español. "Esta noche antes de acostarme prepararé un escrito para empezar a impulsarlo. Por todo lo que ha hecho por el bádminton, por ser una auténtica leyenda, se lo merece".
Un silencioso rincón
Blanco se instala en un silencioso y relajante rincón de la solemne biblioteca, que usa a modo de despacho. Allí le tienen dispuesto varios platos de viandas (jamón, frutos secos, patatas fritas... odia el queso, así que ni de lejos), un refrigerador con bebidas (las coca-colas caen una tras otra) y allí es donde recibirá a los medallistas.
Arenga estimulante
Los jugadores de la selección de hockey, que acaban de imponerse a Bélgica, la gran favorita al oro, están cenando en el comedor situado en la planta baja de la Casa de España. Alejandro Blanco les interrumpe un momento para expresarles su felicitación y pedirles que sean ambiciosos en sus objetivos.
Una frase prende con fuerza en lo más íntimo de los jugadores:"Miraos hacia dentro y sentíos orgullosos de lo que estáis consiguiendo". Le despiden con un sonoro aplauso.
La medalla y la cinta
Botin y Trittel aparecen en la biblioteca, bautizada como Iberia Lounge. Caras de indisimulada felicidad. Blanco les da la enhorabuena y estos le ofrecen la medalla dorada: "Muchas gracias, pero no, la medalla os pertenece a vosotros". Y les explica que "la cinta de la que cuelga sí que está confeccionada con el apoyo de las familias, los amigos, los entrenadores, los médicos, los dirigentes deportivos". Es una interesante reflexión:sin esa cinta se caería la medalla.
En un brillante trasiego, el siguiente en aparecer es Carlos Alcaraz con su flamante plata. Viene anunciado por atronadores aplausos que se oyen fuera. "Me quito el sombrero ante ti", le comenta Blanco, agradeciéndole a la vez "lo mucho que estás haciendo por el movimiento olímpico". Alcaraz, modelo de sencillez, que tras el disgusto inicial por perder ya va cogiéndole el sabor y valor a la plata, le ratifica "el honor que supone para mí jugar en nombre de España".
En una escena extraordinaria para cualquier aficionado deportivo, Sorribes y Bucsa entran en la exclusiva sala y coinciden con Carlitos. El improvisado despacho de Blanco parece la Villa Olímpica. Resulta una indiscutible evidencia que los deportistas le profesan un cariño enorme. "Estos momentos son únicos", reconoce.
14 Juegos Olímpicos
El presidente del COE ha vivido ya la friolera de 14 ediciones de los Juegos Olímpicos. "Me quedo con Barcelona 92, por supuesto, y con Pekín: no se volverá a hacer nada igual en la vida".
La noche va cayendo, pero la actividad (por increíble que parezca) aún no. Llama al chófer y pone rumbo al Arena París Sud, para estar en el agónico triunfo de España ante Croacia. Y vuelta a Casa de España para saludar a los nadadores y, ejerciendo su diplomacia, hablar ante los representantes de las federaciones latinoamericanas de triatlón, que este año eligen a su presidente internacional. Blanco ayuda para que nuestro país tenga la máxima influencia en dicho organismo.
Hasta la madrugada
A la una de la madrugada, y después de agilizar los trámites para que el equipo femenino de fútbol pueda albergarse en la Villa, "y vivir el espíritu olímpico" se reúne con su equipo de confianza, como cada noche, y planifica al detalle la agenda del día siguiente.
Son las dos de la mañana de un día repleto de emociones. Todos duermen ya. Pero Blanco aún sale a dar un paseo por los alrededores para soltar adrenalina. Luego tres horas y media de sueño... y vuelta a empezar.