A principios de los años 80, en los parajes cercanos al río Segura, en sus meandros y carreteras anexas, un joven de 25 años dirige a varios atletas del recién creado club Athleo en un entrenamiento artesanal: piedras para lanzar peso, vallas elaboradas con cáñamos del río, tacos de madera para la velocidad, jabalinas fabricadas con el palo de una fregona y un cuchillo en el extremo... En el horizonte, un sueño, que emerge acunado entre las notas de Vangelis, el oscarizado compositor griego que puso música a 'Carros de fuego'.
La mítica película estrenada en 1981, basada en la historia real de dos atletas que preparan los Juegos Olímpicos de París 1924, cambió la vida de aquel joven, José Antonio Carrillo. "Me impactó sobremanera", recuerda ahora el entrenador de marcha, que empezó a soñar con emular a Sam Mussabini, el técnico que en una famosa escena del filme rompe su sombrero para festejar que su atleta, Harold Abrahams, se proclama campeón olímpico en los 100 metros. "Aquello me motivó muchísimo. Me preguntaba por qué no podía yo tener algún día un atleta en unos Juegos".
Me impactó sobremanera la película 'Carros de fuego'. Empecé a soñar con que uno de mis atletas pudiera ser olímpico"
Y ahí arrancó su particular metraje. Porque la vida de Carrillo, como los fotogramas de 'Carros de fuego', relata una historia de anhelos personales que se han ido forjando con el deporte como leitmotiv. "El club Athleo fue creciendo y a mediados de los 80 pudimos formar equipo para competir", cuenta Carrillo a MARCA. "Pero nos faltaba un atleta, en 3.000 obstáculos o marcha. Fernando Vázquez se ofreció voluntario, pero yo descarté los obstáculos porque no quería que sufriera ninguna caída. Él me dijo que no le importaba marchar... y se le dio bastante bien".
Autodidacta
Aunque Carrillo no tenía apenas nociones técnicas de esta prueba en aquel momento, su amigo José Belmonte le convenció para que fuera a Murcia y aprendiera algunos conocimientos básicos de una especialidad... que enganchó a José Antonio 'Mussabini' para siempre.
De forma casi autodidacta, con la fórmula científica del ensayo-error como bandera, Carrillo terminó especializándose en una modalidad que le permitió cumplir, como si de la lámpara de un genio se tratara, el primero de sus tres sueños: Fernando Vázquez, de Cieza, fue olímpico en Atlanta 1996.
Aquel éxito personal dio alas a otras aspiraciones y Carrillo siguió investigando y desentrañando una prueba en la que la técnica es clave. "Empecé a trabajar con el análisis de lactatos y a desarrollar un proceso biomecánico artesanal", explica el técnico, que para comprobar posibles dismetrías en las zancadas de sus atletas, por ejemplo, colocaba yeso en el suelo y les obligaba a dejar la huella del paso con un pie y otro: si existían centímetros de diferencia había un problema que solucionar.
En cinco Juegos
Después de Fernando Vázquez, la lista de marchadores a las órdenes del 'Mussabini' de Cieza creció: desde Juan Manuel Molina a Benjamín Sánchez pasando por María José Poves o Manuel Bermúdez hasta llegar a Miguel Ángel López o Álvaro Martín, ambos campeones del mundo.
Con Juanma Molina, por ejemplo, el genio murciano cumplió su segunda aspiración en el atletismo: acudir a unos Juegos como entrenador. "Fue en Pekín 2008, así que los de París ahora serán mi quinta cita olímpica", enumera sonriente Carrillo, que colecciona anécdotas que dan para otra película: desde su idea, ya democratizada, de meter hielo con anís -así no cuaja- en una bolsa bajo la gorra con el fin de que el atleta se refrescara... hasta aquella 'huída' a la Atalaya en plena final olímpica de Atenas 2004 cuyo resultado, la quinta plaza de Molina, le terminó chivando una patrulla de la policía con la que se cruzó después.
Ahora, en París, cien años después de la historia que recoge 'Carros de Fuego', Carrillo ya puede emular a Mussambini al cumplirse su tercer y último anhelo tras subir Álvaro Martín al podio olímpico: romper el sombrero 'canotier' que la familia de Manuel Bermúdez le regaló en octubre de 2015 y con el que viaja desde entonces a cada edición olímpica. "Es mi ilusión, pero esto es deporte", analiza el técnico de Álvaro Martín y Miguel Ángel López, dos de los atletas a los que acompañará en la competición en la capital sa.
Sin presión
Pero Carrillo conoce bien lo caprichoso que es este deporte en ocasiones. "Me queda el último sueño, pero no me obsesiono porque tampoco puedo transmitirle presión a mis atletas. Tendré el sombrero en París, pero puede que vuelva intacto y no pasaría nada. Y si al final lo rompo será espontáneo, no sé. Aunque necesitaré unas tijeras para ello", bromea el técnico, que también lució ese modelo 'canotier' en el particular desfile que realizan siempre en el CAR de Sant Cugat, donde el grupo esperaba el día del viaje a París.
Me queda el último sueño, pero no me obsesiono. Tendré el sombrero en París, pero puede que vuelva intacto y no pasaría nada
"Ya he cumplido varios de mis sueños porque quién nos iba a decir que Cieza, una población de Murcia que rondaba los 28.000 habitantes entonces, tendría varios atletas olímpicos en su historia. Yo me considero un entrenador de pueblo, con el 'palico' y la 'cañica', un técnico que tiene la humildad del personaje de Carros de Fuego". Sin duda, una historia que ya tiene otro final de película en París... 'cien' años después.