Alguien te contará años después, cuando pasé el tiempo, que un día vio jugar a Stephen Curry en una final olímpica de baloncesto. La NBA se ve en España de madrugada, salvo los domingos, y aunque estemos ante un deportista generacional, capaz de inspirar un baloncesto distinto y de 'cambiar las reglas del juego' con su puntería y su producción ingente de triples, es cierto que quizá muchos seguidores del deporte, aprovechando el gran escaparate olímpico, estén descubriendo ahora al prodigioso base de 36 años tras su memorable actuación en el partido por el oro ante Francia en París Bercy.
Como todo el mundo sabe ya, Curry sofocó la revolución sa con cuatro triples en cuatro jugadas consecutivas que decidieron el partido y el título olímpico en los últimos cinco minutos. Para un jugador que debutaba en unos Juegos pese a su luminosa trayectoria (cuatro anillos, dos Mundiales, dos veces MVP de la NBA, líder de los Warriors, una de las franquicias ya históricas en el campeonato profesional americano), su impacto ha sido brutal, como si de un maravilloso hallazgo se tratara, acorde la dimensión del jugador que hizo del triple el arma más mortífera del baloncesto y, por tanto, redefinió los conceptos ofensivos y defensivos del juego.
Hay un baloncesto antes de Curry y otro después del base. Hablando en plata: reconocemos este deporte porque sigue teniendo dos canastas, pero desde que llegó un tirador histórico del calibre de Curry (3.747 triples, sólo en temporada regular), hay que defender a nueve metros, la devoción por este lanzamiento se ha multiplicado porque las matemáticas no engañan (tres es más que dos), la cancha se ha hecho más larga, y por tanto hay más espacios, se empieza a hablar de una línea de cuatro puntos y de los tiros desde el logo, los gigantes lanzan desde más allá de la línea (vean a Wemby)... Y, quizá lo más importante, las nuevas estrellas quieren ser como él, trascendiendo el género y la edad. Sólo hay que ver el fenómeno llamado Caitlin Clark.
Atendiendo el detalle (vean la foto de @canchanba), viendo los cuatro triples con los que Curry mandó a dormir a toda Francia, el último define la carrera irrepetible del jugador de los Warriors: competitividad, determinación, arrojo y talento, mucho 'morro', con perdón. Su acierto es insolente: 17 triples entre semifinales y final.
Después de haber anotado tres triples en tres jugadas consecutivas, Francia le prestó una atención más especial en su defensa. Hubo un dos contra uno. Fournier y Batum se abalanzaron sobre el cuando estaba armando el brazo. En el otro lado de la pista, sin ningún defensor encima, un tal Kevin Durant le pedía la bola. Dos metros más allá estaba LeBron James, también liberado. Puede que sean junto a Kobe y el mismo Stephen, los dos mejores jugadores del siglo XXI. Curry ni siquiera los vio. ¿Para qué? Lanzó en una mala posición, poseído por su racha que es infinita, y la metió, iluminando la final con su bendita locura. No digas que fue un sueño.