La historia de Laura Fuertes va de romper muros, fronteras e imposibles. Ninguna boxeadora española había sido medalla mundialista antes de la gijonesa. Ninguna se había clasificado para los Juegos Olímpicos. Y en París, la asturiana luchó hasta el final ante la mexicana Fátima Herrera. Cayó, porque de eso también va el deporte. Pero mostró su garra contra una púgil eléctrica y que enseñó la eterna dureza de la escuela de México.
La derrota sabrá mejor con el tiempo. Fuertes salió al repleto pabellón del Parc des Expositions en el norte de París sin presión. "No la tiene. Quiere aprovechar el momento", contó Rafa Lozano, seleccionador nacional, a MARCA antes de salir a la acción. Y decidió plantear la batalla, de inicio, midiendo su distancia, ante una Herrera que buscaba actividad y acortar sus golpes para impactar. Esa batalla no sonreía a la asturiana, con menos soluciones ante el volumen de la de San Luis Potosí.
Fuertes buscó trabajar con su jab y directos tras el plan fallido del primer asalto. Impactando y reduciendo el daño de Herrera, pero sin poder terminar con la dinamita en los puños de la mexicana. Solo un KO o un asalto con demasiada diferencia podría cambiar las cosas.
No llegó. Herrera, de hecho, siguió con la presión y el volumen ante Fuertes, mucho más timorata y sin capacidad de tejer contras. La peor noticia y la que dejaba fuera de juego a Laura en su primera experiencia olímpica. Se marchó sin ganar asalto alguno, recibiendo un '1-2' para abrochar el triunfo de Herrera. Pero con el orgullo de pisar unos Juegos en los que dio todo.
Merecía más
"Merecía más. Creo que me llevé el tercer asalto y, por tanto, podría haber ganado el combate", reconoció poco después de finalizar su combate. "Nos toca seguir trabajando, no queda otra", cerró la asturiana en las tripas del Parc des Expositions. Tiene futuro y tendrá más oportunidades.