Fran Garrigós reconoce que es de los que desde pequeño "se tragaba" por televisión los Juegos Olímpicos de principio a fin. Todos los deportes, no sólo el judo. El madrileño había empezado en él con apenas cuatro años. Sus padres le apuntaron porque era un niño muy inquieto. "Lo hicieron para cansarme", reconocía entre risas hace unos días a MARCA. El mostoleño descubrió en este deporte una forma de vida que le dio "sobre todo disciplina y valores".
Trabajador incansable, transmite siempre mucha tranquilidad. Es muy constante y "cabezota", como él mismo se define, porque no para hasta conseguir su propósito. Desde niño soñaba con ser campeón olímpico y mundial y llegó a París habiendo cumplido la mitad del sueño. El año pasado se colgó el oro planetario en -60 kg en Doha. Dos años antes había sido bronce.
En Europa es el rey de su peso. Se ha coronado campeón en tres de los últimos cuatro campeonatos (2021, 2022 y 2024).
Un portento físico y un cambio de chip mental
Formado en el Dojo de Quino de Brunete, de donde han salido él y Niko Shera, los dos únicos campeones mundiales españoles masculinos de la historia, Fran reconoce que su maestro es parte fundamental de su éxito. De allí han salido 5 de los 9 judocas clasificados para París.
Su último ciclo olímpico ha sido prácticamente inmaculado por eso su nombre estaba en todas las quinielas de medalla. "Es un portento físico", dice de él Quino Ruiz, su entrenador. Pero le faltaba derribar la barrera mental. Lleva 12 años trabajando con el psicólogo Pablo del Río. En los últimos años ha aprendido, sobre todo, a olvidarse del resultado y centrarse en su rendimiento en la competición.
Del palo de Tokio a la gloria en París
Es la forma de evitar que le sucediese como en sus dos participaciones olímpicas anteriores (Río 2016 y Tokio 2020), en las que cayó en el primer combate. A Brasil llegó con 21 años habiéndose clasificado de los últimos. Pero en Tokio ya aspiraba a más. Llegó como campeón de Europa y tercero del mundo. El palo fue tan grande que tras los Juegos hizo un parón para pensar si seguía o no compitiendo. Después de darse un tiempo, decidió seguir.
No lleva amuletos ni es maniático. "Lo único que se puede considerar un poco manía es que antes de salir escucho una canción una y otra vez". Sus padres Manoli y Paco, hoy presentes en el 'Campos de Marte Arena', no habían podido acudir hasta ahora a ver a su hijo a una cita olímpica. Este sábado eran los padres más orgullosos del mundo. En su casa tienen gran parte de las medallas del 'niño', aunque las últimas ya las tiene Fran en su casa porque se ha independizado.
Aún no las tiene en un sitio especial pero le gustaría hacer un museo en casa. Ahí seguro que la medalla olímpica tiene un lugar muy especial. Todavía no ha decidido si París serán sus últimos Juegos. De momento sólo piensa en tomarse unas vacaciones y ya lo decidirá. Un año más seguro, "pero iremos viéndolo poco a poco".
Comparte su vida con Ana Pérez Box, también judoca y a ambos le sgusta mucho cocinar. Ella está haciendo un el Grado de Gastronomía con Cordon Bleu. Pero lo que pocos saben es que, además de Graduado en Ciencias de la Actividad Física y Deporte y tener un Máster MBA en Gestión de entidades deportivas, es reservista del Ejército del Aire.
"Me apunté sobre todo para competir en las competiciones militares. Representar a mi país es algo que me gusta. Soy sargento del Ejercito del Aire", explica. Y en octubre competirá en el Campeonato del Mundo militar.