Medio año después de desatarse el infierno de la pandemia del coronavirus, con especial virulencia en Italia, la F1 reabre sus puertas al público precisamente en la segunda cita italiana del extraño calendario de este año: Mugello, casa real de Ferrari, y donde se celebrará su carrera 1.000 en la Fórmula 1.
No serán muchos, pero los primeros 3.000 valientes (varios del Ferrari Club oficial para darle algo de color al aniversario) podrán entrar a las instalaciones del trazado de Scarperia, a 30 kilómetros de Florencia. El circuito ha habilitado tres gradas, la Central, la Materassi y la 58, tan separadas que no habrá forma de cruzarse, y entre las mismas gradas, mucho espacio entre los asientos de los que compren el ticket.
Para llegar al circuito la entrada al hipódromo está permitida únicamente con coche o moto propias. No será posible ingresar con autobuses, autocaravanas, caravanas o furgonetas, y luego los clásicos test de temperatura y abundancia de puntos de hidrogel sin poder moverse libremente por el circuito, solo por el sector donde está el asiento comprado.
Los precios cambiaron hace tres días y no sin polémica ya que en la primera remesa eran disparatados y prácticamente solo estaban al alcance de economías muy desahogadas, de 750 a 1.200 euros solo por una jornada.
Al final se mantienen en los del año pasado, solo que siguen siendo solo para un día (no para los tres) y de 8 de la mañana ha 6 de la tarde en que hay que desalojar: desde 150 euros hasta 600 en la grada principal según si es viernes, sábado o domingo y de 94 a 375 en la más barata, costando la mitad para los niños.
Se trata de una prueba importante de normalidad para la F1, que poco a poco recobra el pulso asegurando ya 17 carreras esta temporada, y que ha sufrido dos contagios, el más sonado el de Checo Pérez, desde el arranque de la competición en julio tras más de 5.000 test realizados a toda la caravana habitual del Mundial.