Desde que el ser humano habita la Tierra, su legado en este planeta se ha ido enfrentando al paso de los años. Si de los primeros homo sapiens tenemos pinturas rupestres con las que nos podemos hacer una idea de cómo vivían, con la evolución, las edificaciones han sido las que han dejado constancia de las diferentes civilizaciones: pirámides, montes sagrados, coliseos, mezquitas, catedrales, castillos, etc. son ejemplos perfectos de cómo el hombre ha pasado por la Tierra.
De hecho, las edificaciones que más atraen al ser humano siempre han sido las de carácter vertical, las que permitían a los hombres poder observar el horizonte, ver si podían ser atacados, observar cómo se defendía su pueblo, el tratar de tener os con los dioses gracias a la cercanía con el cielo… La mayoría de estas construcciones se levantaron en posiciones elevadas para poder conseguir este tipo de objetivos.
Una torre de Jaén que data del Neolítico
En esta ocasión nos estamos refiriendo a una torre que está situada en Alcalá la Real, en Jaén, una edificación que hoy es llamada Torre de Charilla y que está situada en un lugar estratégico, en La Mota, entre el Guadalquivir y la vega granadina. Los primeros restos de la presencia humana en este lugar son del Neolítico, en el tercer milenio antes de Cristo, aunque para encontrar restos posteriores hay que avanzar en el tiempo casi tres mil años, ya que en el Museo Nacional de Arqueología se pueden ver restos encontrados en este lugar, como una estatua de Hércules.
Sin embargo, la edificación que hoy permanece en pie es de la época islámica, ya que la ciudad de Alcalá se convirtió en una ciudad fortificada de al-Ándalus, una urbe que en el siglo XI alcanzó su máximo esplendor bajo la autoridad de la familia Banu Said.
Cuando los Reyes Católicos reconquistaron Granada en 1492, la ciudad entró en una etapa álgida de apogeo, esplendor y crecimiento por las laderas del monte, algo que con el tiempo fue abandonado y de lo que hoy solo queda la torre elevada. La edificación fue declarada un bien protegido por la declaración genérica del 22 de abril de 1949 sobre la protección de los castillos españoles.
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