El restaurante de 'First Dates' siempre está listo para recibir nuevos solteros que intentan buscar el amor. En esta noche de lunes, Carlos Sobera se ha llevado una tremenda sorpresa al recibir a una de las solteras, llamada Aquilina.
Esta jubilada de 72 años, que vive en Reus y se considera el “alma de la fiesta”, llegó al programa de Cuatro dispuesta a llevarse a un hombre, sea cual sea. Tanto fue así que de primeras marcó su objetivo en Carlos Sobera, ya que la soltera dijo que le gustaban como él: “Más alto que yo y en forma. Les dije que me gustaban como usted”.
Su cita era Agustín, un asturiano de 76 años que presumía de un físico envidiable para su edad: “Mis amigos me preguntan qué hago para mantener mi tipo”, destacó. Y es que el soltero era toda una caja de sorpresas, ya que trajo regalos para todo el equipo de 'First Dates', y no solo a su cita. De hecho, la saludó en último lugar: “No me entró mucho”, señaló Aquilina.
Es más, Agustín le preguntó por su cicatriz nada más verla, algo que no le gustó demasiado, ya que fue incluso antes de saber su nombre: “A mí no me importa, yo también tengo cicatrices. En vez de preguntarme el nombre, me dice lo de la cicatriz”, aseguró.
La soltera le dijo 'No' desde el principio
Y es que desde el principio la cita salió mal: “Pensaba que el regalo era para mí”, apuntó la soltera. Además, no le gustó que el soltero no bebiese ni vino: “Tomar un vino, sin abusar...”. Eso sí, a él tampoco le gustaba Aquilina: “Le falta algo, no me llena. Le faltan kikos”.
Pero las diferencias no quedaron aquí, ya que el sexo también fue un problema: “Son más bonitas unas caricias, que tanta cama. Yo la cama la uso para dormir”, espetó Agustín. “Él lo que quiere es alguien que esté como una monja con él”, reprochó ella.
Es más, Agustín le dijo a Aquilina cómo le gustan las mujeres: “Te veo bastante bien, pero solo un poco menos de lo que quiero. Me gustan las mujeres rellenas, fuertes. Es una obsesión”. Esto desconcertó a la soltera: “A mí no me gusta estar gorda. No voy a gastar dinero para ponerme peso porque un tío quiera”.
El final estaba claro, ambos se dijeron que no, pero a la soltera no le gustó que ni le mirase a la cara: “¿Tan fea soy? Es que no me miras”. “No te ofendas, tienes carácter, otro punto en contra”, sentenció él.
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