Aíto García Reneses y sus muchachos del DKV Joventut abandonaron la noche del 10 de febrero de 2008 el Buesa Arena de Vitoria absolutamente maravillados por un joven escolta. Espigado y enclenque, este exterior de 22 años, llamado Rudy Fernández Farrés, encandiló, una vez más, a la expedición del conjunto catalán en la Final de la Copa del Rey ante el TAU Cerámica. Una exhibición (32 puntos) que le convertía en el primer jugador en la historia en ser nombrado MVP de la Copa en dos ocasiones (2004, en Sevilla). Aquel jugador era una supernova ofensiva, un jugador moderno y vertical que jugaba por encima del aro con una facilidad insultante. El tiempo fue haciendo de él alguien más pegado al suelo, pero igual de decisivo.
Si viéramos un partido del Rudy de 20 años y el de ahora, recién cumplidos los 38, posiblemente sería irreconocible, imposible asociar ambas versiones a un mismo jugador. Esto no hace más que reafirmar el conocimiento del juego que tiene y una habilidad inaudita para cambiar su rol dentro y fuera de la cancha. El carácter competitivo que posee ha sido hilo conductor de su evolución, y ni siquiera las graves lesiones han hecho que pierda importancia, sino que mejore su posicionamiento en la cancha y desarrolle otras habilidades.
Desde su estancia en la NBA (Portland Trail Blazers y Denver Nuggets), Rudy ha ido llevando a cabo un obligado proceso natural de reconversión sobre el parqué. Ante la pérdida de velocidad y despliegue físico propios del desgaste y la edad, el mallorquín ha pasado de ser un jugador explosivo con gran facilidad anotadora a ser un especialista desde larga distancia, con gran lectura del juego. Todo ello sin abandonar su condición de defensor de élite, claro.
Decrecimiento en el volumen de tiros
Ampliando progresivamente su rango de lanzamiento, Fernández se ha convertido en uno de los máximos y mejores triplistas de la década en ACB (tercero en la lista histórica, por detrás de Juan Carlos Navarro y Alberto Herreros). Sin embargo, la principal diferencia que podemos observar entre el Rudy pre NBA y post NBA reside en el volumen de tiro de dos puntos: penetraciones, mates, tiros desde media distancia...e aquí su evolución:
En su vuelta a España en 2011, se puede presenciar una disminución pronunciada en sus intentos, tanto en T2 como en T3. Con DKV, en la 07-08, realizaba 13,2 lanzamientos por partido, mientras que en su primera temporada en el Madrid ejecutaba 10,1 tiros. Como se puede observar, y habiendo sido uno de los mejores penetradores en Liga Endesa, ha llegado a tener temporadas por debajo del tiro de dos por encuentro. En el tiro de larga distancia se ha mantenido constante (36,6% en triples).
Lejos quedan ya los 'alley oop' con Sergio Rodríguez en el Moda Center o el mate espectacular sobre Dwight Howard en la Final de los JJOO de Pekín 2008. Así, el de Palma, ha ido conduciendo su perfil hacia un rol extremadamente útil para conjuntos ganadores como el de 3&D. Un Rudy que ya no podía ofrecer el rendimiento anotador continuado de la década de 2010, rehuyendo el o físico, pero que siempre aparecía en las ocasiones importantes, aunque no fuera del modo más brillante de cara a la estadística.
Cuando se habla de Rudy, se hace de los intangibles. Más allá de las estadísticas, su inteligencia de juego y su carácter convierten al Madrid en un equipo diferente cuando él está en la pista.
Rudy y su increíble IQ defensivo: ¿Mejor defensor de la historia en Europa?
Cuántos hemos caído en esas expresiones manidas de: la defensa son ganas, intensidad...pero lo cierto es que es mucho más que eso. Es una fase del juego donde la comprensión de los detalles te puede otorgar muchas ventajas. Y Rudy Fernández es la prueba. Siempre preparado para anticiparse y leer pases que robar, utilizando sus características físicas para ello. La experiencia también es parte principal y la velocidad de toma de decisiones. Un clínic en cada partido. A lo largo de su longeva trayectoria, el mallorquín tiene una media de 1,5 robos por partido.
El uso de las manos es clave. Siempre activas, tanto defendiendo al balón como al jugador sin balón. Y para ello, es importantísima la posición defensiva de Rudy para mantener un ojo al lado fuerte. Nunca perderlo de vista. Después está su instinto. Muy interesante cómo Rudy sabe reaccionar rápidamente ante las puerta atrás, la velocidad de pies vital y la velocidad de reacción igual. Otra seña de identidad del alero en el costado defensivo es el de atacar la espalda en el pase: percibir qué atacante pierde de vista su espalda para jugar opciones de robo de balón o faltas de ataque.
Y volvemos otra vez al instinto. Al talento innato. Predecir el pase: la importancia de interpretar el lenguaje corporal, saber dónde poner el foco y de poder asumir riesgos. Ya por último el juego en el 'low post': en situaciones de 'mismatch' la pelea suele ser continúa previa a la anticipación. Aprovechándose de su envergadura y velocidad. Y ante situaciones con balón para el 1 vs 1, la decisión de arriesgar al robo siempre en el momento preciso. Aprovechándose del cuerpo del rival para que no le selle detrás. Un maestro. Su evolución de la capacidad física al instinto y resolución táctica es muy interesante. Ha sido anotador, es pasador y defensor de lado débil. Todo de primer nivel.
Liderazgo dentro y fuera de la pista
Un atleta que no parece ceder ante el paso de los años. Un hábil y picaresco burlador del tiempo, como si invirtiera el paso de la aguja del reloj. El mítico dorsal '5' ha sido uno de los referentes y emblemas en la última década en el Real Madrid. Y con la selección española, como bien ratificó en el pasado Eurobasket. El último representante de la generación que ha hecho del baloncesto español el mejor de Europa y uno de los mejores del mundo en este siglo fue clave en el camino hasta el oro.
Ahí, en ese Rubicón que separa a simples mortales de tipos dispuestos a hacer historia, hacía falta más que nunca un líder. En el descanso, cuando la España de noveles se hallaba embarullada en la telaraña finlandesa, cuando no hallaba salida al laberinto y se encarrilaba sin frenos a una desilusión de época, ahí alzó la voz Rudy Fernández. Iba a ser su enésima lección, que no la última. Esa estaba reservada para la pista, porque el capitán es ejemplo dentro y fuera.
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