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Gianni Agnelli. Su nombre, o mejor dicho su vida (nació en 1921 y murió en 2003), podría haber inspirado una novela protagonizada por un playboy latino, ferviente apasionado a partes iguales de mujeres, fútbol y coches. Algunos le llamaban el avvocato (el abogado). Otros, el 'emperador'.
Gianni, cuyo verdadero nombre era Giovanni, fue el mayor de siete hermanos que tuvieron por abuelo al senador Giovanni Agnelli, creador de la marca Fiat. Su vida estuvo marcada a partes iguales por el éxito y la tragedia, como tantas veces sucede entre los más poderosos: su padre, Eduardo, murió decapitado por la hélice del un hidroavión en 1935. Y su madre (la princesa Virginia Bourbon del Monte), que luchó por la custodia de sus hijos contra su suegro de manera enconada, perdió la vida en un accidente de coche en 1945.
Demasiado joven
Aquel mismo año de 1945 también moriría su abuelo, el creador de Fiat, y sobre los hombros del joven Gianni caería el destino de guiar los designios de Fiat. El problema es que solo tenía 24 años y aún no estaba preparado para dirigir un 'imperio' automovilístico. Así que se nombró a un 'regente', Vittorio Valetta, alguien que podía liderar la marca mientras convertían a Gianni en el empresario que debía ser.
Fue una época en la que el joven Agnelli se entregó a pasar su tiempo entre sus residencias de la Costa Azul, Nueva York y París. A conquistar a algunas de las mujeres más bellas de la época, como Rita Hayworth o Anita Ekberg. A ir de fiesta en fiesta con amigos y compañeros de la buena vida como el dominicano Porfirio Rubirosa y el español Alfonso de Portago.
Cambio de mentalidad
Pero esta forma de vida empieza a desaparecer de su mente cuando estos dos fallecen en accidente de coche y él mismo está cerca de sufrir la amputación de su pierna izquierda después de tener un accidente en la Costa Azul. A partir de entonces comienza a madurar: se empieza a interesar por la compañía fundada por su abuelo y se casa con Marella Caracciolo, una aristócrata italiana de la que ya no se separaría hasta su muerte.
En 1966, a los 45 años, Agnelli se hace por fin cargo de la compañía. Pero este máximo interés por los derroteros de Fiat no le quita la pasión que siente por Ferrari. Así que en 1966 pide un modelo muy especial.
No le gustaba a Enzo Ferrari
Agnelli quiere un ejemplar de un coche que ha creado ciertas 'ampollas' a Enzo Ferrari. De hecho, nunca hubiese existido el primer ejemplar si no lo hubiese solicitado de forma encarecida Luigi Chinetti, el todopoderoso importador de Ferrari para Norteamérica. Aquel coche, que se acabaría llamando 365 P Berlinetta Speciale, estaba construido sobre el chasis tubular de un 365/P2 de competición (con chasis 8971) al que se le puso una carrocería muy parecida a la que después utilizaría el Dino.
Enzo Ferrari había accedido a regañadientes a su construcción, ya que tenía motor central trasero y este concepto solo lo quería para sus coches de competición, cuando aquella creación era para calle. Pero lo más curioso es que no era un biplaza, sino un triplaza con un asiento del conductor en posición central y dos asientos laterales algo retrasados. Esta era la razón del que acabaría siendo su mote: "Guida Centrale".
Un flechazo
Paseándose por los stands del Salón del Automóvil de París de 1966, Agnelli vio el que hasta entonces era el único ejemplar, acabado en blanco con interior en piel negra, y quedó fascinado. Así que aprovechó allí mismo sus os y pidió uno.
El de Agnelli se construyó sobre un chasis similar de competición, en este caso con el número 8815, y lo recibió aquel mismo año. El suyo era gris plata (AG es el símbolo de la plata en química, pero también puede significar Agnelli), y contaba con un enorme alerón.
Un deportivo radical
El 365 P, o Guida Centrale, llevaba una derivación de competición del famoso motor Ferrari diseñado por Colombo, un V12 a 60 grados heredado del Ferrari 365 P2 con 4,4 litros de cilindrada, cárter seco y tres carburadores Weber que entregaba 380 CV. Estaba asociado a un cambio manual de cinco velocidades y se estimaba que podía alcanzar los 245 km/h, porque sus creadores nunca lo probaron a fondo.
Agnelli lo conservó. Pero el ejemplar que se quedó Chinetti lo vendió por el equivalente a 24.765 euros , cuando le había costado 20.173 euros sin contar con el envío. Más tarde lo recompraría y lo volvería a vender, para después comprarlo una vez más en 1969 y mantenerlo desde entonces. Eso sí, en 2014 salió a subasta y un anónimo pujador subió su oferta hasta los 22.401.000 euros, pero no se lo llevó porque no alcanzó el precio mínimo de reserva, por lo que el coche se quedó sin vender.
Si un día se vendiera el ejemplar gris del 'emperador' de Fiat, ¿cuánto estarían dispuestos a pagar los más pudientes coleccionistas? No se sabe, pero es posible que la puja se acercara a los 50 millones de euros.