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El debut que cambió nuestras vidas

Jordi Cruyff escribe para MARCA por el 50 aniversario del debut de su padre

Johan y Jordi Cruyff.
Johan y Jordi Cruyff.MIGUEL RUIZ

Cuando mi padre debutó con el Barça, yo apenas era un proyecto de persona: faltaban unos meses para mi nacimiento. Pero en mi edad adulta sí tuve constancia de que su llegada a Barcelona fue uno más de sus actos de rebeldía, esa etiqueta que siempre le acompañó con los de traje y corbata. De hecho, el Ajax estaba más inclinado en aceptar la opción de traspaso del Real Madrid, pero mi padre tuvo claro que quiso vestir de azulgrana. "Mi destino lo decido yo", dijo a los dirigentes. Y así fue.

Por problemas burocráticos sólo pudo debutar un 28 de octubre, un par de meses después de su aterrizaje en Can Barça. Pero vio portería nada más estrenarse ante el Granada y no tardó en dejar huella en el club y la ciudad que acabaron marcando su vida y la de nuestra familia. Especialmente la mía. Nací un 9 de febrero de 1974 en Amsterdam, una fecha que no fue producto del azar. Fue el día escogido premeditadamente por el técnico Rinus Michels para que mi padre pudiera jugar El Clásico días después. En absoluto fue algo forzado, pues mi madre siempre nos tuvo a mis hermanas y a mí por cesárea y era una cuestión de elegir el mejor momento para todos. Pero Michels se encargó de elegir la fecha y, 'casualmente', eligió el mismo día de su cumpleaños. En las oficinas del Barça he deslizado en alguna ocasión la broma de que presentaré una denuncia por haber provocado mi parto al antojo del club. Evidentemente, la idea fue de lo más acertada habida cuenta del resultado: un 0-5 en el estadio Santiago Bernabéu con gol y asistencia de mi padre en una actuación que quedó registrada para la historia de los Clásicos.

Desde el principio encajó como un guante en el Barça y en la ciudad. Mis padres crearon fuertes lazos de amistad y a su manera dieron un aire fresco a Barcelona en un momento político delicado. Disfrutaron mucho del estilo de vida y del cariño que recibían y acabaron decidiendo que allí estaba su hogar. Y así fue hasta los últimos días de mi padre, como lo sigue siendo para el resto de la familia.

Nuestra vida en Barcelona nunca se vio afectada por los vaivenes del fútbol. Mi padre tenía dos cualidades que son muy difíciles de encontrar. Nunca llevaba el estrés del trabajo a casa, independientemente de que hubiera ganado por 3-0 o perdido por 5-2. Cerraba la puerta y se transformaba en un marido y un padre, no se le notaba anímicamente. Es algo que yo encuentro del todo imposible desde que me dedico de manera profesional al fútbol. Y su otra cualidad era su carácter positivo, ya que siempre veía el lado bueno dentro de lo malo. No era impostado, era real. Nunca se dejaba llevar por una corriente de opinión y, después de una derrota, era capaz de soltar: 'vamos a ganar la liga'. No era por llevar la contraria, siempre veía el lado bueno a la adversidad. Incluso cuando lidió con su propia enfermedad nos dio una gran lección de optimismo.

Jordi y Johan, en un anuncio de pinturas Bruguer.BRUGUER

Muchas veces me preguntan si he asimilado algún aprendizaje de mi padre. Y reconozco que me costó asumir esas cualidades que representaron un gran escudo protector para él y para nosotros, su familia. Pero sí hay alguna característica suya en la que me reconozco. Como seguir tu instinto en la toma de decisiones. Y si es una difícil, escoger la que sea correcta desde el punto de vista humano. Incluso a la hora de dar una mala noticia a un jugador, conviene dar la cara con transparencia.

También la honestidad consigo mismo. Mi padre no fue una persona fácil, era un rebelde no siempre comprendido. Incluso cuando quería expresarse se hacía entender mal en español e incluso en holandés. Era su manera de comunicar. "Si hubiera querido que lo comprendieras, lo hubiera explicado mejor", solía decir descolocando al personal que intentaba descifrar sus declaraciones. Igual no quería explicarse demasiado. Pero sus hechos hablaron por sí solos y dejó un legado imborrable, no sólo como jugador o entrenador, también por su obra social con la fundación y el instituto que llevan su nombre. Aún nos seguimos conmoviendo cuando vemos su legado, muy presente en entrenadores modernos como Guardiola o en los estadios de Barcelona y Amsterdam que llevan su nombre. Aquel debut del 28 de octubre no sólo acabó marcando la vida de su familia, dejó huella en mucha gente. Algo reservado para muy pocos privilegiados.

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