Un golazo de Álvaro García ha vuelto a mostrarle al Sevilla que su año no pasa de pelear por evitar el descenso, que la alegría europea del martes no fue más que un simple espejismo en un equipo que ni está ni se le espera y al que la temporada se le está poniendo feísima. Pinta de drama absoluto si todo sigue por este camino, si el mercado de enero no enmienda el desastre perpetrado en verano. El Rayo únicamente tuvo que esperar su oportunidad ante un rival con poco gol y al que los duelos de ida y vuelta le vienen terriblemente mal por su falta de colmillo. El efecto Sampaoli se ha diluido bien pronto. Sólo ha sacado un partido de Liga adelante y ahí se para de contar. Salvó la papeleta en Champions, pero en Liga no para de dejarse puntos y acumular derrotas. Hay miedo real a un desastre. Álvaro García, un sevillista de cuna, le ha enseñado la matrícula al equipo de su corazón. Le ha dicho que por este camino sólo le espera la sombra. El Rayo, con su valentía habitual, no parece tener techo.
El Rayo tuvo opciones en el primer periodo para comenzar a decantar la balanza de su lado, sobre todo en una cabalgada de Camello desde campo propio. Gudelj le perdió la referencia en el centro del campo y la carrera del delantero fue impecable, parecía que corría sin la pelota en los pies por la velocidad de la carrera...hasta el último toque. Entró en el área ya con Gudelj metiéndole el aliento en el cogote y finalmente se le echó encima Dmitrovic. Una primera declaración de intenciones del conjunto madrileño, que sale a todos los campos con ese descaro de presionar con seis hombres en área rival. Con cero miedo y personalidad. Sampaoli había salido nuevamente sin referencia ofensiva, alternando Lamela e Isco en la posición de falso 9. Y tan falso. El equipo andaluz no probó a Dimitrievski en todo el primer periodo. Merodeaba el áre y entraba bien por el costado de Montiel, pero siempre surgía la duda de si poner la pelota al corazón del área, donde se cuecen los goles, por manifiesta inferioridad con los centrales rayistas.
Y es que hasta este Sevilla de fútbol pastoso no le ha cambiado la cara Sampaoli. En todo caso se la ha maquillado. Un equipo predecible, que juega al toque y en pocos metros. No sufre tanto atrás, pero es una máquina de regalar balones jugando de espaldas a portería y un amigo a la hora de permitir al adversario poner su línea defensiva donde quiera, debido a que no sienten la amenaza de un delantero. Únicamente Lamela parecía entender que para desequilibrar es necesario cambiar de ritmo. Elevarlo. La otra cara de la moneda era un Rakitic silbado. No le da para partidos abiertos. De ida y vuelta. Con opciones de correr. Cada vez que lo intentó quedó retratado. No quedan esprines en las piernas del croata. Y precisamente en una pérdida suya, después de que al Sevilla le saliera por fin bien la salida de balón atrayendo al Rayo, propició que Camello ahora sí pudiese disparar cruzado con la izquierda, desviando Dmitrovic con el pie. Se impacientaba la grada de Nervión. El Sevilla necesita sumar de tres y más como local. Sin disparar a portería es imposible.
Veloz como un Rayo
La segunda parte, en la que Sampaoli introdujo dos cambios de índole ofensiva, como Papu Gómez y Rafa Mir, arrancó con dos buenas llegadas del Rayo. Unai López fusiló a Dmitrovic dentro del área tras un mal despeje de la zaga local, pero su disparo se quedó en las manos de un portero que no tuvo que moverse. La siguiente fue para el mismo protagonista, con un intento de vaselina que finalizó en córner. Estaba claro que habían salido a por el partido. El Sevilla respondería con una ocasión de las que no se pueden fallar. Rafa Mir recibió un pase de Isco en posición dudosa y tras superar con suerte al portero en su primer remate, el segundo lo envió al lateral de la red. Sólo debía empujarla. Imperdonable error. La siguiente sí que hizo lucirse a Dimitrievski, con un disparo de Lamela por encima del meta tras un gran desmarque en una falta frontal botada por Isco. Para el peligro siempre aparecía de un modo u otro el malagueño. Una contra del Rayo con el Sevilla totalmente volcado y con más cambios, permitió a Álvaro García que batiese a Dmitrovic con su pierna menos buena, eliminando a Montiel con extrema facilidad. Le tocaba remar al Sevilla en su estadio, donde se pasa de la alegría de la Champions al miedo por el descenso en Liga.
Nuevamente Álvaro García a la carga. Con el Sevilla enloquecido buscando la igualada, el de Utrera pudo anotar el segundo. Hizo exactamente la misma jugada del gol, para definir desde la corona del área con la derecha. Su disparo se marchó desviado. Había tenido el Rayo la posibilidad de matar el encuentro. El Sevilla embotelló al Rayo en los últimos quince minutos, más los siete de alargue. Balones colgados y muchos uy, pero sin remates a gol reales. Desde aquella de Rafa Mir, la más nada absoluta ante la portería vallecana. Una falta directa de Jordán que se marchó cerca de la escuadra y poco más. Un Sevilla que se desangra. El Rayo saca músculo en el campo más débil de Primera, que aún no ha visto ganar a su equipo en Liga. Un Sevilla que puede llegar al derbi en descenso. El efecto Sampaoli se ha diluido bien pronto.