A Mendilibar se le acaba el tiempo. Pese al gol de En-Nesyri en el último suspiro, con un cabezazo imponente en un córner, la situación del entrenador queda muy tocada en Nervión, justo antes de un parón de selecciones. Los sevillistas lograron igualar un 0-2 al descanso, con un Rayo que aprovechó dos regalos, pero dejando una sensación de impotencia real. Con un entrenador que transmite la misma impotencia que deja sentir en el banquillo a su propio equipo, que gana muy poco y suma aún menos.
Ocho puntos en ocho jornadas ligueras. Un bagaje paupérrimo para las aspiraciones de un equipo que debía pelear por los puestos Champions. La cara de disgusto se quedó en el rostro de los dos equipos, pues el Rayo saboreaba los tres puntos, mientras los andaluces no saben ahora para dónde tirar. La derrota dejaba a Mendilibar con las maletas en la puerta. Este empate deberá ser estudiado por una directiva que lleva tiempo oliéndose esta situación. La mejoría en el juego no vale sin puntos. Y el Sevilla tiene muy pocos.
Nada hacía presagiar que se iba a vivir noche de cuchillos largos en Nervión. El Sevilla llegaba con pocos puntos, pero con la sensación de que el equipo iba hacia arriba, que a poco que se enderezase un poco el camino iban a llegar los resultados. Nada que ver con o vivido ante un Rayo que sólo necesito estar el día oportuno en el lugar adecuado para ajusticiar a un conjunto que tiene demasiado cansada a su gente. Porque la plantilla del Sevilla no es para pelear abajo. Ni mucho menos. El milagro de Mendilibar de hace unos meses no ha tenido continuidad en el tiempo. Dos victoria en once partidos oficiales. Siete puntos en ocho jornadas de Liga, con cinco derrotas. La afición no aguanta más y el club es voluble en cuanto la grada baja el dedo. Mendilibar, con sus aciertos y errores, está más fuera que dentro del Sáncez-Pizjuán. La noche de su confirmación parecía convertirse en la de su adiós. El gol de En-Nesyri puede darle una bola extra.
Porque el partido fue de esos que juegas en tu estadio sin muchas ganas. El Rayo esperaba su momento, mientras los sevillistas tampoco le ponían demasiado ímpetu. Isi detectó que su marcador, un Acuña con mucho tiempo sin jugar, era el lugar por el que hacer daño, pelando el corto cable del argentino. Una falta evitable del lateral izquierdo terminó con un remate en su propia portería de Gudelj, que tocó el poste, para que Óscar Valentín rematase a placer a gol. Era el inicio del drama. Pocos minutos después, una pérdida absurda del propio Acuña fue aprovechada por el equipo madrileño para buscar a Álvaro, solo en banda izquierda. El sevillano y sevillista la picó por encima de Nyland. Nervión se caía en un clamor contra su banquillo y equipo. La reacción de Mendilibar fue la de quitar a Fernando, un estandarte en el Pizjuán, para dar entrada a Rakitic. La grada y el jugador le reprocharon el cambio. Se había quedado solo Mendi. Huérfano en su propio estadio. Impotencia sevillista hasta llegar a vestuarios, donde tocaba mover ficha sin descanso. Cambiar para vivir o, al menos, tener esperanza de ello.
La fe en la remontada
El entrenador metía dos cambios al descanso, sacando al campo a Pedrosa y Ocampos, dejando en el banquillo a un Acuña que parecía desear el adiós de su entrenador. Y para que hubiese un poco más de chispa en el caldead ambiente, Sow se sacó un buen disparo desde la frontal para acercar al Sevilla en el marcador, mientras En-Nesyri pedía un posible penalti por falta en la frontal. Un equipo necesitado sólo se alimenta de este tipo de emociones. Le tocaba al Rayo saber leer el duelo, mientras los locales iban al cuello e cada jugada, sabedores de lo que se jugaban. Todos. Un ambiente irrespirable también con un colegiado que no quería castigar con tarjetas las faltas de unos y otros. El Sevilla iba a por todas, metiendo al adversario cerca de Dimitrievski, jugando casi sin red de seguridad. Francisco también movía su banquillo buscando más posesión y equilibrio.
Dimitrievski tuvo que ponerse el mono de trabajo ante el aluvión local. Lo intentaba Lukebakio también desde la frontal, con buena respuesta del portero rayista. Se iba deshinchando el globo del gol, pese a los intentos del Sevilla por llevar la pelota a toda velocidad de un área a otra. El Rayo resistía e impacientaba a una parroquia que veía como la esperada remontada se iba haciendo más y más imposible con el paso insustancial de los minutos. Mendilibar quemaba sus naves metiendo a Jesús Navas y Rafa Mir, lo que le quedaba en el banquillo. A todo o nada. Se iba terminando el tiempo. La resistencia madrileña daba sus frutos. Rafa Mir la tuvo en el alargue, controlando dentro del área y rematando en semifallo de puntera fuera. Y en el último córner, cabezazo de En-Nesyri para igualar el partido. Un empate que no sabía ni bien. Para ninguno. Mendilibar se queda en la cuerda floja. Con parón y esos números en Liga el club se replanteará qué hacer. Este Sevilla continúa con una dinámica autodestructiva. Y no es el primer año.